viernes, 4 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

AGOSTO 18 Martes



La mañana comienza brumosa, una nubosidad débil y confusa, entre la que el sol atisba curioso a duras penas al amanecer.

El porfiado viento sur con obstinado empeño comparece ante la ciudad.

Cálido, suave, con toda la evaporación del mar en verano.
Húmedo y africano, trayendo consigo esta persistente y nebulosa atmósfera, esta indefinición ambigua que vence en equívocas dudas al horizonte.

Pero la ciudad está resuelta a todo, la animación no decae, pese a la abrumadora temperatura con que el verano la acosa.

Bajo la luz sedosa y decrecida por la incierta bruma imprecisa, los peatones manifiestan su inaplacable voluntad de marcha, los coches continúan su camino, las horas trascurren sin detenerse nunca.

El mar no se arredra y abre sus distancias a bajeles y embarcaciones, y aunque se rinde en ligero oleaje turquesa en las orillas, lucha animoso con un azúl decidido donde se pierde en la lejanía.

Las aguas entregadas y sumisas de la playa, murmuran y musitan en su extravío, sin despertar jamás de su atávico sueño.

La tarde indecisa se detiene perezosa y va ganando holgura y conveniencia mientras el sol declina lentamente.

Su contagiosa molicie me apresa. Su ocioso abandono me induce a la desidia más placentera.

A concluir, sin otra ni más posibilidad, con este punto final ahora.



© Acuario 2009

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