miércoles, 16 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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Con titubeos y retrocesos, pero abro el día de nuevo buscando un momento para meditar, esperando a la aurora, mientras la luz se derrama suave y en calma , cuando se inicia la actividad diaria.

Disponer un espacio de tiempo para que el silencio hable.

El sol, sin prisas, se encuentra con un cielo abierto, solo una ligera bruma sobre el mar, que le da una amplia dimensión a su aureola de claridad creciente.

Y casi de improviso, las ocupaciones que me llevan de un lado a otro, oficina bancaria, pagos e ingresos en otra, y a la vuelta, - ante el impulso de calor que ya manifiesta la mañana no es preciso abrigarse -, reanudo e inicio mis habituales compras diarias, recorriendo el camino que la playa me brinda.

Medio dormida aún, asoma la cabeza con interés por el desayuno la gatita Piratilla. Hoy le toca pastilla para evitar el celo, y se la oculto mezclada con la comida, ni lo nota, come sin dejar nada, al dia siguiente siempre retiro su cuenco totalmente vacio.

Hay escasa clientela en el mercado, lo cual se agradece, son pocas cosas las que hay que buscar hoy. La vuelta, ya con el ejercicio de la ida, se hace con renovado bienestar.


Es una tarde amable, ligera, con un suave viento marino fresco, que se agradece por atemperar esta hora, las tres de la tarde, ligeramente bochornosa. Por el puerto, se oyen acompasados los golpes en el casco de un buque, que desde adentro estan reparando. El metálico sonido vibra por encima del habitual silencio.

La rada en calma acoge indiferente una bandada de gaviotas flotando en su superficie.

Cuando paso cerca de los naranjos, la floración ha aumentado perceptiblemente, el olor de ella se extiende casi por toda la plazuela. Una persona duerme en un banco mientras los gorriones buscan las migas que les dejo sobre los tupidos setos.

Entrar en el dédalo de calles en sombra, es un descanso a esta altura del paseo, con la tarde totalmente soleada.

Cuando llego al trabajo, estan pintando los pasillos, casi no queda otra cosa que reiniciar mi paseo, lo que hago con evidente gusto.

La tarde, pasa rapido, escuchando música y midiendo válvulas, leyendo las indicaciones de las agujas de los comprobadores. Con la noche, salimos King y yo, nos recibe estirándose, y maullando contenta Pitufa, siempre esta a esa hora ante el portal, acurrucada, silenciosa, medio adormecida en apariencia.

Es una noche sin prisas, con las sombras distendidas y asomadas al interminable horizonte, bajo alguna estrella que ha venido a disfrutar de la madrugada quizá demasiado pronto.





29 Febrero 2008
© Acuario 2009

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