domingo, 13 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

SEPTIEMBRE 13 Domingo


El día, salvo en su comienzo, - dorado sol derramándose en ancho e ininterrumpido camino, (¿ o sortilegio ?), de reflejos desde el horizonte hasta la orilla de la playa -, se despliega bajo una delgada celosía de nubosidad cambiante e indefinida, que derrama una tibia claridad, una flexible luminosidad tierna y templada. Bajo esta cernida luz solar que en ocasiones pierde o gana sombreado y presencia, el verano se muestra delicado y evanescente. Sus postreros días están colmados de nostalgia, de oculta melancolía, es una secreta despedida llena de delicia y afecto.

La mar ha tomado un color blanquecino, suave y pálido verde turquesa, sin olas, levemente móvil. Palpita en vibraciones que dibujan un tejido de inestable matriz, una superficie que respira con una viva emoción interna.

Toda la ciudad, la playa, el puerto, se tienden con sensual desgana y molicie bajo esta luz calmosa, lenta, íntima. Hoy las gentes en la playa aparecen estáticas, asombradas, quietas.

Ha decidido el viento ser perezosa brisa de poniente. Las plantas en la casa, tras las ventanas abiertas, se rinden a su paso embelesadas, respirando su ensueño, envueltas en su líquido cristal evanescente.

Dueña y señora del día es la tarde, inagotable y perfecta. En la distancia hay algunos nimbos que se van desdibujando, mientras el crepúsculo los intenta bañar de algún pálido color que impreciso no termina de salir de su paleta.

Como el mar tiene todos los caminos, muestra orgulloso plateados senderos sobre las aguas, sólo las tercas boyas renuncian a surcarlos, aferradas a los límites de las orillas.

Solitaria y vacía, la distancia parece más lejana y remota, más ignorada e incierta.




© Acuario 2009

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