miércoles, 30 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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La fría madrugada aprovecha para asomar la nariz dentro de la alcoba el resquicio de la ventana entreabierta. Un viento norte la zarandea, mientras empieza a vislumbrarse la inicial claridad del día. Inoportuno y molesto el frío, se ha ganado que se le cierre la rendija, y a poco con la temperatura más templada, el sueño vuelve a ser agradable y delicioso.

No nos damos prisa hoy, seguimos modulando nuestra actividad segun el horario al que nos hemos acostumbrado durante todo el invierno, ademas tenemos pendiente a primera hora revisar la cerradura de la puerta principal que a veces se atasca, es decir, esperamos la visita del cerrajero. Ya hemos terminado el desayuno hace un rato y no ha llegado aún. Para verificar su comparecencia le llamo por teléfono, y me explica que ha tenido que acudir al mecánico con el vehículo, asi pues mañana será otro día, y mejor y más favorable, eso espero, para arreglar la puerta.

Debería haberme acordado de la baja temperatura inicial del día, sólo con la camisa es insuficiente abrigo, pero el sol en el camino caldea la playa, protegida del viento gracias a los edificios que la circundan, y andando resueltamente también el ejercicio me cobija del frío.

La ciudad se despierta, se anima, se mueve. A mi vuelta el calor ha dejado su huella, las palmeras mecidas por el viento sonríen desenvueltas, los habituales andarines del paseo disfrutan caminando con un íntimo regocijo secreto, la mañana alza el vuelo.

Continúo leyendo las memorias de Godoy, y tras ellas, una siesta ligera y benefactora acude. Sobre el mar ni una nube, es algo más del mediodia. Bajo el claroscuro de luz y sombras del parque, móvil diseño de siluetas entre las que voy andando, penumbra que se entreabre en las copas de la arboleda al soplo del violento ventarrón.

Sobre el camino juegan en incansable lucha silenciosa la paleta de grises, de blancos, de oscuros perfiles de ramas y hojas.




31 Marzo 2008
© Acuario 2009

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