lunes, 7 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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El día se inicia suavemente, sobre las aguas el cielo regala destellos de plata azulada y crema. Una ojeada a internet me informa del ingreso en la cuenta de efectivo, y con la paciencia necesaria y sin prisa, acudimos Kinito, mi perro, y yo a la sucursal bancaria que encontramos vacía de clientes. Un poco de papeleo, una transferencia a alemania por una compra reciente, con los números y claves correspondientes, IBAN, y SWIFT BIC CODE, son imprescindibles para cumplimentar exitosamente la empresa. Terminada ésta, retiro una cierta cantidad, y volvemos a casa no sin antes investigar por parte de Kinito a que huelen todas las esquinas de los edificios, en el camino de vuelta, a esa hora de la fresca mañana. Una ardua tarea que requiere cierto tiempo y determinación.

Por la playa siempre me cruzo con obstinados corredores, y pedigüeñas palomas. Los pequeños granos de arroz partido constituyen un delicioso desayuno para una bandada alegre y alborotadora. Luego de terminado éste, se quedan tomando el sol sobre las isletas de césped desmembrado por la sequía, pertinaz y apenas vencida por los escasos riegos que le conceden a la hierba. Pero ellas ya satisfechas, se dedican a limpiar sus plumas, o dormitar asentadas en grupos sobre el pequeño pastizal deteriorado. La sombra de las pequeñas palmeras sobre él, les proporciona una grata protección segun avanza el calor del día, pese a encontrarnos en Enero.

El camino de vuelta se hace resueltamente, una refrescante y suave brisa marina parece mitigar el esfuerzo del paseo.

Aunque al mediodía se decide ir a comer ostras, al entrar en la marisqueria vemos que no las tienen , pero nos conformamos rápidamente ante unos mejillones, gambas, y rosada a la plancha con ensalada y dos cervezas. Un paseo para bajar la comida, y estoy ya en el trabajo abriendo el ordenador, a la espera de las citas, que sólo al final acuden, casi en la última media hora.

Es relativamente tarde cuando termino, el crepúsculo camina a mi lado de vuelta, y el día recoge su equipaje de luz al llegar de nuevo a casa.

Entre las sombras escondidas, las gatas esperan su habitual cena, con un maullido un punto quebrada la entonación me recibe Pitufa, anciana ella, hasta en el miar se le nota.

En el escenario cansado de la noche el silencio comienza a recuperar su presencia.





29 Enero 2008
© Acuario 2009

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