martes, 8 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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Un mar dormido sin olas, un ausente y desaparecido horizonte, cielo y océano unidos en la distancia, un solo pálido nacarado y blanquecino gris.

No hay linderos que limiten al mar que sueña con ser aire.

El confín que los separaba ha huido dejando al día perplejo. El ilegible firmamento sin lineas juega a ocultarse abrazado a las aguas.

Contemplando esta ensoñación de atmósfera y piélago el día parece que se ha olvidado de amanecer.

Caminar sin prisas y sin sombra, reposadamente, al albur de las horas, dejando al tiempo fluir con su misterio, acompañado del enigma inaparente de cada instante.

Cuando retorno tras la compra, una llamada a la puerta, es el cartero con una pareja de excelentes válvulas termoiónicas adquiridas a un precio diez veces por debajo de su valor, quien me las ha vendido no conoce sus caracteristicas, quizá ni las había escuchado. Con unas medidas de vida útil soberbias, casi nuevas. Con ellas la música adquiere un sonido aterciopelado, sedoso, fluído, cremoso, natural. El buen humor que el paseo me había regalado se crece ante hallazgos como estos.

Al mediodía, el sol consigue deshacer la vaporosa estameña de las nubes, una templada tarde comienza acariciada por el ligero y fresco poniente embriagado de Atlántico y pleamar.

Como los días con suerte son empeñosos y obstinados encuentro poco trabajo. Terminado éste, paseo un rato sin apremio. En el establecimiento al que acudo, entre las botellas en venta encuentro una, un rosado italiano, espumoso, frizante como leo en la etiqueta. Y ademas letra a letra, todas, seis, un nombre completo que dejo sin escribir, esperando conseguir regalar una agradable sorpresa.

Cuando el crepúsculo ineludiblemente se marcha acude a despedirlo la noche.

Con un pañuelo de estrellas, y una plateada lágrima de luna en la mirada.






1 Febrero 2008
© Acuario 2009

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