martes, 8 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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Cuando el día comienza generalmente voy siguiendo las pautas habituales, noticias, desayuno, un vistazo al tiempo que hace, y poner agua nueva en el pequeño estanque de la tortuga, que si no la encuentra así, a veces se enfada y da media vuelta para meterse de nuevo en su escondrijo. Hace ya dos meses, los de invierno, que no prueba bocado, y aunque sale a tomar el sol por la mañana, en cuanto declina prefiere esconderse debajo de la librería, en una esquina, bien oculta. De vez en cuando le ofrezco a su alcance algo de su comida preferida, pero aún es el momento que no la ha tocado. Eso sí, si encuentra entibiada el agua se queda bañándose relajada y contenta. Cerrando entonces los ojos, en suave duermevela, deja que la mañana transcurra indolentemente y feliz.

Una agradable sorpresa en forma de llamada telefónica. Un amigo me anuncia su llegada desde Sevilla, en una escasa media hora. Sentados luego frente al mar, ante un aperitivo, rememoramos y hablamos alegremente. Como quiere dar una vuelta por la ciudad, ver el Museo, luego de comer algo iniciamos un pequeño recorrido que culminamos ante la fachada de la Catedral.Un abrazo de despedida pone un animado final a nuestro encuentro.

Es la hora de retornar a las ocupaciones ineludibles de la jornada, un paseo sin prisa me brinda la oportunidad de hacer memoria de los recuerdos que han surgido en nuestra charla.

Unas migas del pan que he recogido, sobrante de la última consumición, puesto sobre el macizo seto de los jardines, es visto sin demora por los gorrioncillos que a poco vuelan a disputárselas entre ellos.

Hay un poco de desbarajuste al final, en el trabajo. Cuando termino, la tarde ha conseguido vestirse de un cielo de nubes, blancas, suaves grises, pálidas perlas.

El camino de vuelta parece abreviarse, con los pasos voy dejando atrás las dificultades finales de la jornada laboral.

Al llegar a casa, es necesario sacar un rato a King. Justo al trasponer la puerta, a la salida, nos aborda resuelta y maullando Pitufita. Y con ella, la tribu entera, como es necesario alimentarse, han declarado una tregua a sus gañafones ocasionales, como buenos chicos, comen lo que les pongo, eso si, separados, y sin peleas.

La noche acaba por sonreirse ante la callejera escena, ha dejado la playa vacía, y se ha puesto a observarnos con chispeante mirada tras una esquina en sombras.






31 Enero 2008
© Acuario 2009

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