lunes, 7 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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Hoy no hay actividades inusuales, así pues, una cierta pereza me concedo al despuntar el día.

El sol insiste inundándolo todo de una pátina áurea, porfiadamente va caldeando tibiamente la mañana, asciende imparable remontando su eterna órbita, sin una nube que detenga su soberbia mirada regia.

Con un poco de humeante y aromático café voy olvidando mis primeras inercias. Se van tensando imperceptiblemente las fibras desligadas de mi inicial desidia.

La pequeña reunión felina a mi puerta sabe esperar buscando los huecos mas soleados de la calle, escondites ocultos bajo las motos aparcadas, o setos que comienzan a recibir el calor del dia. No hay impaciencia, y sí un recibimiento animado y alegre al desayuno. La fauna callejera es feliz con poca cosa.

Un paquete de las antípodas, australia, me desvía ligeramente del camino habitual. Decido buscar las callejuelas mas templadas para llegar a la estafeta. Al parecer un sobrepeso de 40 gramos ha sido la causa de que el cartero no acudiera a entregármelo a domicilio. Sólo hasta 500 gramos, y hasta ahí llega el servicio, aunque se haya pagado por él. Me sonrío mientras cruzo la puerta de salida.

Ante el ordenador un rato hasta mediodía, una ducha luego de la caminata me ha devuelto la agradable sensación de estrenar un poco el cuerpo. Después de un rato de descanso tras el almuerzo, acudo al trabajo. El poniente ligero, suavemente fresco, me acompaña. Se recibe agradablemente, no existe para él la verja del puerto.

Finalmente, cuando la tarde me recibe de nuevo, no ha perdido aún la claridad dorada del crepúsculo. Entre las ramas desnudas de los arboles el cielo dibuja un sueño. Las nervaduras secas y exhangües esperan renacer en una nueva primavera que acaso no tengan. La condena a una próxima tala de los platanos de indias por los planes del ayuntamiento, les dan un aire desangelado y triste, parecieran sentenciados a la espera de un amanecer inexistente.

Rezumando estrellas, la noche ha olvidado el sombrero en casa. No hay una nube.

Sólo la brisa marina calla y observa.




30 Enero 2008
© Acuario 2009

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