miércoles, 30 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

SEPTIEMBRE 30 Miércoles



La tormenta ha caído sorpresiva y ruidosa sobre las pobres pertenencias de la solitaria madrugada que ya se iba. La lluvia con su telegráfico mensaje de intermitente rumor de goterones me ha regalado su misterio en los espacios ocultos aún sin abrir de mis sueños. ¿ Qué deseaba decirme la lluvia ?

La calle, la playa, amanecen chorreando, caudalosas en charcos, esperando al sol entretenido en el horizonte tras unas nubes que ya se van en retirada.

A poco todo el cielo está limpio y abierto. Desciende de su carro de fuego el astro del día y pone el calor de su pié sobre las arenas silenciosas y las palmeras empapadas y húmedas. La firma de sus reflejos en los charcos lo atestigua, el sol ha venido.

Cuando me levanto, temprano, no hay nada especial en el ordenador, pasado un rato, leo un mensaje. Como mil banderas de oración al aire, como mil destellos, como mil suras... mil caminos escritos para solo transitar la respuesta por uno. Ofrendo el sello y la cifra de mi amistad a quien siempre la tuvo.

La caminata inicial del día es más bien sobrevolando el sendero. A mi lado el mar se extiende en suaves murmullos por la orilla, a la que la luz del sol regala incesantes centelleos.

Con el mediodía el agua se engalana de rios de cobaltos y oscuros azules en la distancia, y delicada turquesa iluminada y viva, alhajada con el blanco ópalo de las espumas cortejando a la playa. Hay toda una variada constelación de exuberantes nimbos, animados e inquietos, sobre las inmóviles montañas que enmarcan la bahía.

Cuando vuelvo del trabajo por la tarde, la vegetación del parque, ya seca del agua caída, luce un aspecto transformado, respira de forma diferente, gozosa.

La luna solo logra asomarse un momento en el crepúsculo, con diligencia la bóveda del firmamento se cubre de un manto nuboso que llama en silencioso clamor a la noche.

Sobre las aguas, los iluminados navíos semejan estáticos espectros nocturnos.




© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


La juguetona noche se ha traído un caprichoso viento de levante, nervioso, lleno de susurros, que da empujones en las esquinas al que pasa sin precaverse. Con la ventisca la noche se ha puesto a jugar al escondite. Entre las farolas cimbreantes, bajo las palmeras que cabecean dormidas, las luces y las sombras sobre el paseo se agitan incesantes, los viandantes se arrebujan en el poco abrigo que se echaron encima.

Es la hora de rememorar una mañana que se anuncia con un sol resuelto, bajo un cielo descubierto, vacío, solitario azul pálido. El cerrajero fue puntual, trabaja rápido, ayudado de su destornillador electrico quita y pone una nueva cerradura en un santiamén. Apenas media hora más tarde de lo habitual, y ya estoy andando a la orilla de la playa, en breve, llego a divisar a la Piratilla, esperando a la puerta de su covachuela, algo impaciente y con hambre quizá. Viene a saludarme afectuosa, hecha un mullido almohadon, esponjada y feliz al verme. La saludo con una caricia y a continución corre dando saltitos, retozando contenta. Le dejo su comida a buen recaudo y con la compra termino esas primeras horas de la mañana.

Como estamos solos al mediodía, mi compañera me pide la invite a comer espetos, bueno, me digo, a eso me apunto siempre. Tras una ducha, me instalo a leer un rato, escuchando música, en la cama, y consigo dormir una pequeña canóniga. Son ya pasadas las doce largas, cuando nos instalamos bajo un cañizo, ante una mesa, en el chiringuito Tropicana, de pretencioso nombre, pero cuyos espetos si pueden presumir de nota. Un enorme tronco de encina arde lentamente, con volutas de humo azules y esporádicas, ante él, varias cañas con sardinas ensartadas, asándose sin prisa. Se añaden a ellas, una ensalada de pimientos y unas cervezas.

El mar se inunda de la luz del mediodia, la arena se caldea, la brisa juega con la humareda, el tiempo pasa sin prisa.

Por la tarde, el trabajo se hace también sin apresuramiento y al salir, la tarde está llena de claridad. La hora oficial cambiada, engaña, es realmente una hora antes.

Por el paseo del parque, escaso tráfico, algún deportista corriendo y llego ya sin darme cuenta a casa. Poco más, me preparo un té, mientras escucho a Haendel, Tamerlano.

El torbellino de levante, el temporal, sisea escondido como puede entre las nocturnas sombras.



1 Abril 2008
© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


La fría madrugada aprovecha para asomar la nariz dentro de la alcoba el resquicio de la ventana entreabierta. Un viento norte la zarandea, mientras empieza a vislumbrarse la inicial claridad del día. Inoportuno y molesto el frío, se ha ganado que se le cierre la rendija, y a poco con la temperatura más templada, el sueño vuelve a ser agradable y delicioso.

No nos damos prisa hoy, seguimos modulando nuestra actividad segun el horario al que nos hemos acostumbrado durante todo el invierno, ademas tenemos pendiente a primera hora revisar la cerradura de la puerta principal que a veces se atasca, es decir, esperamos la visita del cerrajero. Ya hemos terminado el desayuno hace un rato y no ha llegado aún. Para verificar su comparecencia le llamo por teléfono, y me explica que ha tenido que acudir al mecánico con el vehículo, asi pues mañana será otro día, y mejor y más favorable, eso espero, para arreglar la puerta.

Debería haberme acordado de la baja temperatura inicial del día, sólo con la camisa es insuficiente abrigo, pero el sol en el camino caldea la playa, protegida del viento gracias a los edificios que la circundan, y andando resueltamente también el ejercicio me cobija del frío.

La ciudad se despierta, se anima, se mueve. A mi vuelta el calor ha dejado su huella, las palmeras mecidas por el viento sonríen desenvueltas, los habituales andarines del paseo disfrutan caminando con un íntimo regocijo secreto, la mañana alza el vuelo.

Continúo leyendo las memorias de Godoy, y tras ellas, una siesta ligera y benefactora acude. Sobre el mar ni una nube, es algo más del mediodia. Bajo el claroscuro de luz y sombras del parque, móvil diseño de siluetas entre las que voy andando, penumbra que se entreabre en las copas de la arboleda al soplo del violento ventarrón.

Sobre el camino juegan en incansable lucha silenciosa la paleta de grises, de blancos, de oscuros perfiles de ramas y hojas.




31 Marzo 2008
© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


Cuando el día se ha desenvuelto tranquilamente, todo el tiempo lleno de suave bienestar, al ponerse ante el teclado del ordenador, pareciera como si todas las horas pasadas quisieran venir a meterse dentro del curso de las palabras según van saliendo, cada una de ellas asomando la cabeza para mirar lo que escribo, empujándose como chicuelas impacientes para reclamar cada una sobre sí la atención, alborotando a mi alrededor.

Pesa el libro de Godoy, no es un libro de bolsillo, y ante versiones tan contradictorias de su vida, no se puede tomar una opinión precisa. Como sabiamente apunta las mentiras son más creibles cuanto más escandalosas, y al haberse formado contra él tan caudalosa cantidad de enemigos, - la constante propaganda creada para denigrarle, con o sin razón - , no estoy en condiciones de inclinarme ante un lado u otro, pues la sospecha de la duda cuanto menos se ha levantado. Es sabida la máxima que afirma: calumnia que algo queda.Pues cuanto más se sabe, o más se lee, más se duda, no sere yo quien ceda a la sugestión de la letra impresa, que pareciera que todo aquello que esta escrito tiene valor no se sabe porqué.

Entre las anécdotas del día hay hasta un calambrazo que me ha dejado un dedo atontado mas de una hora ya que quiza fueran mas de 500 voltios. Como ando de vista regular, y todavia ajusto el bias de las etapas con un pequeño destornillador metálico, sin proteccion, debo haber tocado algún punto de la misma inadvertidamente, ¡¡ y vaya que sí me he dado cuenta luego al instante !! Pero nada ha pasado, aunque me propongo comprar el próximo dia laborable un destornillador perfectamente recubierto de eficaz aislante electrico. No es la primera vez que me pasa, aunque esta es la última. Los voltios que se queden en su cablecito quietos, y no me den sustos, que uno ya ve cada día menos, y no es cuestión de ver las estrellas a las tres de la tarde.

Pues así sin más que hacer, leyendo, degustando la cálida musicalidad de la etapa ya ajustada, el descanso se ha hecho una tarea totalmente grata y necesaria. Mientras tanto, mi compañera ha aprovechado para escaparse a los grandes almacenes, y comprarse trapitos, y un bolsazo enorme, siempre los compra inmensos, como para meter dentro diez kilos de papas. Vuelve feliz y contenta, en los mismos servicios se ha metido para ponerse la ropa que se ha comprado, asi es de impaciente.

Ya va volviendo el calor, y la noche esta aquí, agradable. Su temperatura invita a salir a pasear, sentarse al fresco, rememorar el día, ....abrir la mente a los infinitos caminos de los sueños.




29 Marzo 2008
© Acuario 2009

martes, 29 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

SEPTIEMBRE 29 Lunes



Todavía medio en bruma y algo nubosa comienza la mañana.

No solo en lenta pausa nace el sol, el fiable y oferente ordenador me entrega los caminos de la palabra hoy renacida.

El silencio del mar, acompasado en su hondo respirar dormido, acompaña estos primeros instantes del día. Sobre el azul abriéndose de las aguas, la sosegada grisura de ayer recupera sus perdidos cobaltos. La noche ha dejado abiertas todas sus horas y la luz naciente se viste con ellas.

En la más desnuda sencillez se construye en paralelo la más equilibrada y alígera de las formas barrocas.

Cuando recupero bajo mis pies el habitual camino, todavía mostrando en parcheadas tonalidades la humedad decreciente, la marcha se hace ligera y casi también alada. El horizonte del mediterráneo en la distancia está ligeramente velado, en blanquecino lugar de behetría.

Las palmeras observan la distancia siempre desde una imprecisa indiferencia.

Hay una luz creciente que entibia lentamente la playa.

El mediodía abre todos los caminos del firmamento, solo hay sol. Con evidente delectación hay algún bañista nadando en soledad, entregado a unas aguas de líquida esmeralda sumidas en infinita calma. La arena ha empezado a clarearse, a secarse sin prisa y retomar cierta luminosidad en la orilla.

Y sobrecogida, la ciudad cede sus espacios a la honda respiración del océano, del fresco empuje del poniente atlántico que llena de magenta la mirada del mar, y le ofrenda una diadema de espumas, de olas ligeras que musitan secretas consejas y perdidas leyendas.

Cuando termino el trabajo, el viento todavía alegre atempera la tarde soleada. Vuelvo por el largo paseo tras el puerto. En él, en filas de a ocho, como formada soldadesca, como aguerrida tropa presentando armas, han plantado toda una extensa división de quizá cien palmeras, en firmes líneas ajedrezadas con sus palmas todavía unidas. Solo falta oir el cornetín de ordenes del coronel mandando al pelotón de cocoteros formado sobre los muelles. El orden como ley de leyes, hasta imponerse en el diseño de los espacios verdes.

Sin brisa ya, al final de la tarde, un balandro pasa, navegando con el motor, mientras se mece en las olas cada vez más lánguidas y oscuras.

Sobre la línea del horizonte, y por toda su extensión en la mar lejana, han pasado una brocha de colores, una franja desde el azul pálido arriba, al naranja en medio, para terminar debajo con un oscurecido violeta.




© Acuario 2009

Laberinto


Atrapada en un absurdo laberinto,
de espejos deformantes,
de indicaciones engañosas,
donde nada es lo que parece ser.

Donde las palabras son
un mero elemento decorativo;
auténticos tesoros huecos
capaces de albergar cualquier contenido,
cambiante a la velocidad de la luz.

Recinto pavloviano al servicio de
no sé qué indescifrable experimento,
en el que está previsto el castigo
tanto para la acción como para la omisión.

En esta confusión, en la que
solo hay puertas falsas, cerradas o secretas,
me abandono; desisto de buscar una salida
-dudo incluso de que la haya-.
Solo cabe esperar hasta no sentir, no pensar, no-ser.

© Ofelia 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


Es facil dejar nacer al día, el anuncio del sol llega pronto a su esplendor inevitable y deseado, y llevado de la acumulada facilidad en forma de costumbre, me dispongo a bajar los toldos, y favorecer el curso del sueño hasta mejor hora de la mañana, no obstante, aprovecho para encender la radio y dejarla contar y comentar lo que dicen que es la realidad, las noticias del nuevo día.

Entretanto muesli esta vez con leche desnatada, además de un poco de comida, pero para Aurorita, la tortuga, que ya está despierta tomando el sol. Y media hora más de duermevela, teoricamente escuchando también la radio, esta vez con un pequeño transistor bajo la almohada, pero que nunca oigo despierto más allá de los instantes iniciales, tras los cuales seguidamente cojo otra vez el sueño por breve tiempo.

Ha llegado finalmente la hora definitiva de levantarse, un café que a veces tomo, y los pasos se desenvuelven sin reticencias, decididos. Camino por la playa, bajo la luz cegadora y estimulante, sobrecogedora, maravillosa, inaudita y espléndida.

Piratilla viene a mi encuentro cuando me ve, alzando su rabito en señal de reconocimiento, alegremente se desayuna, y la dejo sesteando ya a la sombra, protegida en su escondrijo.
A primera hora, las compras se hacen sin aglomeraciones, el mercado está escaso de clientes, y se necesita relativamente poco tiempo.

Tras el almuerzo, una escasa siesta, y me dispongo a despertarme del todo, viendo a Carlos Arguiñano es su particular mundo de recetas y pseudoideas, pero es un hombre feliz dentro de sus ocurrencias, y algunas veces se encuentran cosas curiosas y fáciles de hacer en sus programas.

Hace viento de poniente, en la rada del puerto las aguas tiemblan apenas, un leve movimiento que riza en dibujos mínimos el verde intenso, cristal bajo el que los peces sueñan y pasean. Vuelvo a ver el pequeño velero, de bandera blanca y roja, polaca, con matricula de Danzing, - Gdansk en su lengua -, en popa.

La soledad sobre los muelles se hace más inmensa bajo la arrolladora claridad de la tarde. Cuando llego a la plazuela, con el jardincillo, el azahar hace tiempo cesó de florecer, pero los gorriones impacientes se remueven entre las ramas de los arboles. Ya no esperan casi. LLegara el día que ni aguardaran que les ponga sus migajas de pan.

Cuando termino el trabajo la luz de la tarde se desenvuelve más liviana, más acogedora y abordable. Por el camino de vuelta, veo a los plátanos de indias ya en plena frondosidad, la primavera les ha devuelto un completo aspecto de verdor.

Y así entre poco más, se hace de noche. Silenciosa y humilde, serena y agradable, aún sin luna, sólo alguna estrella acompaña su tranquila y mayestática soledad. Entre ella y yo ha nacido una amistad discreta y cómplice.




28 Marzo 2008
© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


En las manos de mi teclado dejo a la noche, para que ella, siempre sobreabundante de ideas, vaya trazando el surco, eligiendo el rumbo, instalando el preciso adjetivo, iluminando con imágenes el curso ideativo. Confiado a su impulso, le muestro el comienzo del día, con un sol abriendose camino entre nubes, de crema y gris pintadas. Le enseño la calle, con peatones que apresurados caminan, con dos gatos acurrucados que al verme empiezan a maullarme a duo, cada uno a su personal estilo, mientras el perro, King, olisquea la hierba, las plantas de los parterres, y acecha mi descuido para comerse lo que les ofrezco a los felinos.

Como la noche es paciente, atenta, mi relato le obliga a acompañarme a mis primeras gestiones bancarias, el barrio a esa hora despierta poco a poco, en los bares el desayuno es un revoltijo alegre y ruidoso de platos y conversaciones. A mi vuelta, reanudo otras ocupaciones, la compra diaria, con la inestimable obligación de pasar por la playa, a ver como el mar bosteza sobre la orilla rumorosa, rebosante de luz en las primeras horas del dia. Las palmeras silenciosas todavía descansan.

Más papeles, facturas que pago en la conserjería de mi edificio, y dedico a mi tortuga un poco de atención, algo de alimento y cambio de agua.

La tarde, iniciada bajo un intenso viento norte, mientras camino bajo la sonora arboleda del parque, mecida al paso del aire que juega con algunas hojas festivo y caprichosamente. Cuando le muestro a mi amiga la noche, en mi relato, la bandada de gorriones ladronzuelos que esperan a esas horas, en mi vespertino caminar, sus migas de pan, una sonrisa feliz se ilumina en su acogedora sombra.


Me vuelvo andando acabado el trabajo por el centro de la ciudad con las calles rebosando gentes, con adolescentes estrenando juventud y sueños.

Y la tarde finaliza.

Cuando llego a casa. La noche me sugiere no tocar nada, me dice deje así mis palabras. Ella es sabia, pienso cuando pongo punto final ahora.





27 Marzo 2008
© Acuario 2009

lunes, 28 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

SEPTIEMBRE 28 Lunes


Bajo una escasa claridad, con un desenvuelto espectáculo de nubes ligeras, la mañana tiene una temperatura excelente. Hay vivacidad en las calles, que contrasta con la playa vencida en su desamparo, abatida en una serena nostalgia, acompañada por un mar educado, comedido en su callada orilla, dispuesto a olvidar su aspecto grisáceo por un poco de azul apacible y desenfadado.

Todavía el aire tiene la sensación de nuevo y fresco, la humedad de la lluvia, en retroceso, solo tiene para alardear algunos charcos que van desapareciendo. El camino de la playa dispone de casi toda su longitud para quien quiera acompañarle en su silencio. Con las palmeras calladas y quietas, todavía mojadas, el arenal parece dormitar. Sin sol hoy, aún no ha terminado de animarse del todo.

Cuando vuelvo del paseo el cielo comienza a abrirse para un sol perezoso y lento. El mar reclama un color más vivo para su verde ceniza y llega a lograr llenarlo en parte de blanco turbio o nácar lechoso, bajo el viento que el poniente comienza a traer a la orilla.

Hay algunos bañistas que tienen solo para ellos la abierta bahía, la solitaria playa.

La tarde viene sin detenerse, de la mano de un viento atlántico, que sobrevuela trayendo más nubes, inciertas, pero no promisorias de agua alguna de momento. Cuando termino mi trabajo, paso al lado del puerto, de inacabables obras, algunas máquinas aparentan estar cansadas, exhaustas en su quieta inmovilidad abandonada.

A través del cielo entreabierto comienzan a percibirse retazos dispersos de color, mientras el mar toma lentamente un gris cobrizo que progresivamente se va haciendo más oscuro y metálico. Hay un ligero oleaje que barre la playa con las últimas blancas espumas del día.

Es una noche de plena oscuridad cerrada. Sólo hay aviones que de vez en cuando la sobrevuelan e intentan, con sus balizas de luz intermitente, imitar a las estrellas perdidas entre la opaca nubosidad que cubre a la ciudad.

Sobre el ciego enigma del agua, negra e inútil en la noche, hay un navío que propone con sus luces un débil sueño de melancólica esperanza.




© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


Hoy he retardado un poco mi salida matinal, esperando se haga un café que me anime un poco. En la calle, sol a raudales, y dedicados a tomarlo, mis vecinos amigos gatos. Se aprecia que el verano se acerca, la luz es avasalladora, desmedida, domina plenamente la mañana, y gracias al viento norte, aún intenso, el calor se aminora algo para los que como yo se entregan al placer del ejercicio de andar.

Cuando se pone uno a recaudo del sol, en el supermercado, se experimenta cierto alivio, uno se entretiene quizá algo más, disfrutando la mitigada temperatura del recinto. Y la vuelta se hace bajo una luminosa, espléndida bóveda celeste vacía de nubes, centelleante y azul en el único y abierto cielo.

Ajetreo que continúa, gestiones bancarias, y recepción por fin de cuatro exquisitas válvulas, cuyos codigos delatan su procedencia danesa, triangulo (equilatero) m K 6 A. Tengo que medirlas, pero será me digo por la tarde, tranquilamente. Un poco de reposo, y como he invitado a pizza, me acerco al restaurante italiano de la esquina. El maestro a cargo de su elaboracion y horneado, en hogar de leña, es marroquí, trata a todos siempre con simpatía, invitándome a una cerveza, y unas olivas, que son de su tierra segun me afirma, y realmente bien aliñadas. Se gana espléndidamente la propina que le dejo siempre, es un hombre amable.

Siempre hay alguien que te para en el camino, en esta ocasión es un vecino, que tiene la habilidad de ser tartajoso hablando, y que además es muy reiterativo . Invariablemente y por no cambiar, tiene también hoy alguna pregunta que hacerme. Pero consigo zafarme un poco, no voy a terminar con la pizza, que llevo en la mano, fría. El sabe que es un poco latoso y hasta lo reconoce coloquialmente, pero se le acepta todo, siempre que se pueda y se disponga de tiempo. Me deja irme sin demasiado esfuerzo por mi parte.

Por la tarde a la salida del trabajo, como me han encargado algunas cosas en esas tiendas del todo a cien, unas hojas artificiales para decoracion, pues me hago con ellas y termino llevandome también una sombrilla, a rayas amarillas y azules. A esa hora el parque se hace agradable, con el crepùsculo la luz se templa, la vegetación parece encontrar un respiro, un espacio de distensión que precede a la noche.

Y tras un día de implacable fuerza y sol, la suave noche es ligera, alegre, acogedora, amable. Cercana a la amistad, abierta a la confidencia, entregada al encuentro.
Una noche dichosa y amiga.




26 Marzo 2008
© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


Desde la noche, cuando a su inicio escribo, todo se puede reconsiderar pausadamente. Las horas del día, han dejado en la memoria su huella, distraidamente desde su tiempo calmo, sin apenas tensión, sin lucha, fluidas, como seda líquida flameando en el recuerdo. Cuando en mi juventud proyectaba un esquema de futuro, apuntaba a más altura, pero en este eon que construye y articula mi tiempo, gota a gota el infinito se deshace y resuelve en silenciosa sonrisa.

Lo cual no deja de sorprenderme, el pequeño mundo de afanes diarios, ( y felices ), la cotidianeidad desocupada de problemas, el tranquilo discurrir de las horas, situado entre percepciones distintas y distantes, entretenido en cada uno de los matices que conforman las relaciones humanas, son mil y un destellos de ese incesante rayo que es la realidad. Y tal como acude a mí, con medida en sus límites, colosal en su dimensión interna, con el tiempo contado, e ilimitada en su sentida emoción secreta.

Y asi una jornada más acaba, han concluido las pequeñas tareas, no hay otra cosa que acudir a uno mismo. ¿Volveré a articular preguntas, esquemas, palabras, direcciones, sentidos? Infiero más tropiezos para la arquitectura descabellada de una mente llena de razones, apoyada en silogismos cargados de duda. Prefiero continuar mi camino, desembarazado de mí mismo, lleno de luminoso vacío, bajo mi abierta apariencia que no oculto, llevando mis pasos hacia un silencio que todo lo explica.

Hace tiempo, mucho, supe que, sólo el que nos lleva al corazón, no hay otro camino.




25 Marzo 2008
© Acuario 2009




domingo, 27 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

SEPTIEMBRE 27 Domingo


En silencio la fina y ligera lluvia ha hecho suya la soledad de la mañana. Sobre la techumbre de nubes blancas y grises el sol es apenas una luz entrevista que desaparece velada por completo en ocasiones. La calle vacía y húmeda, se ha adornado de charcos medio ocultos, que terminan mojando del todo los zapatos de los escasos viandantes. La playa permanece impasible en un tranquilo vacío lleno de serenidad adormecida. El mar quieto, mitad gris, mitad iluminado de líquido y verde jade.

Estrenando el otoño bajo el camino de palmeras lánguidas y chorreantes, también me siento nuevo, como el ahora limpio verde de sus palmas, que contrastan con el oscurecido marrón de su troncos empapados por el agua. Las palomas descansan en las frescas isletas de césped que acompañan el paseo de la playa. La lluvia es fina, intermitente, casi oculta.

Hay una nueva gatita pequeña y lista, blanca y con algo de marrón claro por el lomo, el rabo a rayas transversales, blancas y cremas, como un calcetín largo que la acompañara, moviéndose con esa vida especial y distinta que tienen las colas de los gatos. Como sé por dónde anda, con un silbido la llamo para dejarle algo y hacerme amigo de ella. Ya que todo el día trastea, trabajando de mecánica, por debajo de los motores de los coches, aparece tiznada de grasa y con un simpático aspecto de sucia pillastre.

El mediodía está detenido, inmóvil. La lluvia ha cesado, al mar no se le oye, no hay viento, la sosegada nubosidad va clareando. Con la tarde el sol tímidamente ilumina una playa con una claridad imprecisa y débil. Algunos pasean ya por una playa que se va secando lentamente. En la bahía anclados hay algunos navíos, cada uno, sin viento, ha aproado en distintas direcciones, ya que no hay brisa, por los distintos y erráticos rumbos de las escasas corrientes ocultas en el agua.

El mar va tomando un gris perla, azulado, según asoman retazos de cielo entreabierto.

Al final un ligero levante se hace dueño de unas escasas olas nerviosas que estremecen la superficie del agua, mientras las gaviotas vuelan y planean encaramadas sobre el viento a bastante altura.

Las nubes aunque escasas ahora, quieren también pasear un rato por la calle y se engalanan, antes de salir a estirar las piernas, de nacarado marfil y rosácea crema.




© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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Con el firmamento intacto, recién creado, comienza el día. Un cielo abrasándose sobre el campo de azul rotundo del mar, pedestal donde se afirma súbito el sol naciente, que dibuja con líquido oro sus aledaños, el agua y el alabastrino aire sorprendido a su paso. El frio de la mañana se hace cristal. El viento norte se esconde tras las esquinas sin conseguirlo.

La calle se mueve, acompaña el paso hoy lunes, rápido, de los peatones buscando la parada de su autobús. Y corre con los vehículos que intentan eludir los semafóros. Su rota soledad se llena de niños que juegan, esperando que no llegue su transporte escolar. Los pájaros se desentienden, gorjean, vuelan, alguna cotorrita grita chillona y feliz buscando dátiles en las palmeras llenas de luz

El camino matinal me acompaña, el ejercicio de pasear me distrae, me estimula agradablemente. Uno de los mejores momentos de la jornada habitual, que inicio siempre con alegre satisfacción. A la vuelta, el astro solar, ha transmutado en reverberante azogue las aguas sin olas, plateadas y destellantes. Sobre ellas, los buques en la lejanía flotan, - ¿o levitan? -, sumidos en una irrealidad sorprendente.

En la orilla enmudecida sin oleaje el silencio calla

Hoy la actividad recuperada me permite un hueco para un rato de lectura, tras el almuerzo. Pero con brevedad el sueño acude y cedo al descanso que me ofrenda. Cuando reanudo mis ocupaciones, enfilo mis pasos bajo una bóveda azul índigo, transparente, no hay una nube ni apenas se logra recordar como eran.

Mis pequeños gorriones saben que he llegado, esperan sus miguitas, que atacan jubilosos e inclementes. El jardincillo se llena de animados vuelos y alborozados trinos. El trabajo se hace con facilidad, aunque me ocupa completamente la tarde. Cuando salgo, la tarde está llena de luminoso vigor aún. Las plantas en el parque muestran gracias a las lluvias caidas recientemente un mágico aspecto lleno de vida.

Un sobre en el estanco, un franqueo interurbano, y el buzón próximo. Y mi carta corre, aunque ser recogida aún espera.

Y aquí tenemos de nuevo, una noche más. LLena de luz y de vida. Las sombras se han hecho llamas ocultas, todo el manto de estrellas palpita esperando animosamente la llegada de la luna. Quizá está entretenida peinándose, y por eso todavía no llega.

La noche se impacienta, no sabe que decirse, pero finalmente con calma, se sienta en la playa, buscando en el silencio húmedo de la orilla alguna concha en la arena, aguardando a la luna.



24 Marzo 2008
© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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Frío viento norte, pero a su arrollador paso victorioso la mañana es un puro y evanescente cristal. No hay en el mar sino un trémulo azul, que desplaza de un lado a otro su cambiante apariencia, su vivaz centelleo bajo el sol inicial deseado y creciente.

Cuando salgo, algunos escasos peatones, detenidos en su paso, casi inmóviles bajo el cálido abrazo solar. Hay que evitar las embestidas del aire cuando asoma por las calles abiertas en su camino. Con la oportuna protección de los edificios, en la soleada acera, encuentro el lugar idóneo para instalar mi observación diaria. Empero, con el transcurrir del día, va cediendo un tanto la abierta amenaza térmica del desangelado torbellino septentrional.

En la playa, un redivivo invierno. No obstante Piratilla, feliz, asoma su cabeza a la puerta de su escondrijo, protegida y caldeada gracias a la creciente claridad que se hace abundante regalo con generosidad animosa. Continuo arreglando un poco el interior, limpiando y ordenando los cuencos de comida y agua, mientras la gata se extiende panza arriba gozosa al sol. Ronronea con las caricias que le hago al despedirme de ella.

Hay que comprar pan y agua, no hay problema, la tiendecilla de al lado esta abierta. Provisto ya de ambas cosas, subo finalmente a casa, y decido tomar la mañana pausadamente para la lectura. Que el sueño termina por cerrarme el libro, es un hecho que constato al despertarme, pasado el mediodía. Tras un almuerzo a la deriva, un poco de cualquier cosa, me instalo ante las noticias, ante las imagenes de la nieve caída en media España, en esta cambiante primavera, primero anticipada y hoy invernal.

No perdono una buena siesta, hoy tengo que acostarme algo tarde, a la caza de dos buenas piezas en ebay, que para hacerse con ellas hay que actuar en los últimos momentos de la puja. Tras el descanso, como en radio clásica no ofrecen nada apetecible, cedo el protagonismo a la musica de camara de Brahms. La ternura y suavidad de su escritura, ensoñadora, amable, ligera, me acompaña mientras recupero la lectura interrumpida.

Con un paseo luego, cierro la tarde, todavia la noche esta ausente, pero me apetece rodearme de la comodidad y el calor del hogar. Cuando vuelvo la vista, escribiendo, la impresionante mirada fija, roja, abrasadora de la luna, desciende sobre el mar buscando su largo y trémulo camino. Envuelta en su magia y su silencio, se asoma recogida y ensimismada. La noche antes abstraída, se vuelve con su presencia, profunda y filósofa. Una silenciosa meditación las envuelve a las dos, la noche y la luna, en ilusionada, estremecida, y abierta esperanza.



23 Marzo 2008
© Acuario 2009

sábado, 26 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

SEPTIEMBRE 26 Sábado


Un atadillo de sueltas nubes el día a su espalda trae desde tempranas horas. El alba es al menos medio luminosa gracias a la extrema pobreza de los nubosos harapos. El mar hoy lamenta sus azules perdidos.

A primeras horas voy dejando atrás el diletante amanecer, desmantelándose entre la aérea bruma y enfilo con el automóvil hacia el interior campesino tras la ciudad aún dormida.

El perfil de montañas habituales hoy ha crecido sorpresivamente con las falsas y oscuras cumbres que la negra nubosidad imita en el horizonte de la serranía. Una grisura amenazante pero de benéfica lluvia ocupa las alturas de las escondidas cumbres. No me entretengo mucho en los asuntos que me han llevado hasta la casa de un amigo que vive en la campiña, entre naranjales que verdean, y macizos de cañaverales que dejan caer indolentes las hojas lánguidas y vencidas, rumorosas al viento que las cimbrea.

Cuando es ya el mediodía, con serena suavidad comienza a caer una lluvia que intenta silenciosa pasar inadvertida, quizá pidiendo excusas por su inesperada presencia , iniciando el otoño con su cristalina y limpia rúbrica.

La playa desolada, inundada de melancolía, frente a un mar verde oscuro, quieto.

Un pescador con su aparejo se ha sentado en la orilla arropado en su tabardo, enamorado hoy de dos aguas, el mar y la callada lluvia.

Durante la tarde la luz se hace blanda, tenue, húmeda, mientras la escasa precipitación cae en ocultos intervalos silenciosos.

Salgo un momento a comprar una docena de huevos, y alcanzo el pié de los collados que circundan el barrio, con sus pinos trepando como pueden por las peñas resecas con el sol del verano. Debido al agua los pinares han tomado un verde nuevo, vivo, alegre, agradecido.

Cuando la noche viene con sus negros ojos a mirarlo todo ve una ciudad que se siente distinta y un mar silencioso. Las luces de las balizas de los navíos en el horizonte son mínimas, ocultas en la oscura llovizna.

La media raja de melón de la luna hoy alguien debe habérsela comido de postre.

No aparece por ningún sitio en el cielo cerrado por las nubes en sombras.




© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


En la lentitud de la mañana, en las horas alargadas, pausadas, flemáticas se esconde la felicidad. Imperceptible a primera vista, pero oculta sin demasiado olvido, aparece sonriente desde que el amanecer abrasa de encendidos reflejos las aguas, las nubes, y comienza, tibiamente, poco a poco, a iluminar la vacía soledad de la calle, las desenfadadas palmeras, donde se esconden los mirlos silbándose unos a otros.

En el camino, mis pasos me llevan. Hoy sin esfuerzo, el descanso de estos días me ha devuelto renovadas fuerzas. Hay viento de tierra, el mar es una lámina temblorosa de reflejos vivos, de luminarias mínimas que centellean bajo el sol desenvuelto y cálido. Y hay sorpresas, zafarrancho de limpieza, retirada de muebles, sacudida de alfombras, fregado, barrido, aspirado, lavado de cristales, dos o tres horas en las que se me requiere la colaboracion incesante, a la que me brindo, y que además es imprescindible para limpiar sitios elevados. La luminosa mañana se hace batalla y catarsis higiénica.

Como el almuerzo no se ha preparado, se pide comida china, que a todos nos gusta.Y la tarde, con las noticias del tiempo en la tele, nos muestra de nuevo la imagen de la nieve sobre media España.

Con la siesta, reparamos energías. Prolongada, completa, perfecta. La lectura y la musica entretienen ese ocio desocupado que tanto apetece a esta hora mediado el atardecer. Una salida a la calle, un paseo ligero, que aprovecho para dejar algo a los gatos atentos a mi llamada. Pareciera que saben cuando les voy a silbar. Y lentamente las nubes, empiezan a cubrir el cielo de distintos grises. Revueltas, animadas, amenazadoras de lluvia. Que se inicia luego parsimoniosamente.

LLega la noche y la luna busca un hueco entre la nubosidad creciente para mirar lo que escribo. Detrás mía, intenta asomarse, y en cuanto lo consigue, se pone de puntillas. Y así llego yo a ver su cara blanca, su luz sabia y callada.

La noche decide darse una vuelta, coge su paraguas de sombras, y aprovecha la tranquilidad del paseo, para caminar un rato, a su aire, sin rumbo, sin prisa.



22 Marzo 2008
© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


Con luminosa y resuelta claridad, el día inicia su recorrido. Pese a ello, el aire es fresco a primeras horas de la mañana, aunque no hay viento. Tras la abundante precipitación caída ayer, la tromba sobre los cauces y torrenteras ha arrojado al mar cañas, troncos, ramas, que ahora sumidos en triste aglomeración descansan como revoltijo caprichoso, en la playa, sobre la arena en la orilla

En este comienzo matinal el sol es agradable. La población callejera felina disfruta cálidamente tendida en la hierba mientras me espera. En la calle vacía pero llena de sol paseamos King y yo, buscando los lugares más recogidos y tibios, los parterres más soleados. Un cafe caliente cuando vuelvo me anima y me resuelve a continuar caminando un rato más seguido aún.

Piratilla está de nuevo en su escondrijo, pero éste hay que limpiarlo un poco de las hojas que la corriente del canalón ha llenado con la tormenta pasada. Incluso el agua se ha llevado uno de los cuencos, el de la comida, pero rehago un poco el desorden encontrado en breves momentos. Le doy un cepillado con un cepillo flexible que encontré en la arena y que escondo entre las piedras, el pelo que así le saco pasándoselo son bolas enormes que vuelan al aire marino


Acabo la biografía de Fernando VII, y reviso la de Godoy, en la hora de la siesta, que tardo en conciliar pero la música termina por entregarme al sueño reparador.

Cuando despierto, una vuelta a la última luz de la tarde, todavía ligeramente caldeada, pero que con parsimonia va cediendo su lugar a la noche incipiente. La luna se asoma por el este, remontando apenas el horizonte. Sobre la línea del mar, muestra su cara cobriza, enrojecida, sanguina. Ha venido antes que las estrellas, sólo las luces de la costa y algunas en el agua la circundan.

A la luna, como la noche todavía no ha llegado, únicamente la soledad le acompaña.



21 Marzo 2008
© Acuario 2009

viernes, 25 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

SEPTIEMBRE 25 Viernes


Mientras el firmamento retira su escenario de sombras, la poderosa maquinaria iluminada del alba desarrolla su plena arquitectura esclarecida. Sólo dos estrellas, como dos lagrimones radiantes de luz, deja a sus espaldas la noche cuando inicia su marcha y recoje su hatillo de luceros, lleno de tierna luz de luna de la madrugada.

El mar sigue siendo una maravilla inexplicable en su infinita extensión de sólida tibieza.
Sólo un pescador en la orilla resiste sobrecogido a la inmensa evanescencia de flamígera naranja líquida del cielo.

La incesante llamada de los pájaros a la mañana surte efecto y acude finalmente envuelta en la seda cristalina de la brisa de levante. Hay una sosegada letanía de blancas espumas en la orilla que sólo la solitaria arena escucha.

Hoy las ocupaciones iniciales son pagos e ingresos. En la sucursal bancaria, en hora temprana, - es cierto -, no hay nadie. Desde allí, camino un trecho por las aceras de las avenidas que llenas de vehículos escupen ruidos y humos diversos. Me escapo en dos zancadas y vuelvo a la tranquila discreción de mis calles en sombra que contemplan el mar y la playa.

Que se exhibe luminosa y excelsa con sólo dos docenas de bañistas. Las adecuadas y generosas distancias entre ellos en la arena, acrecientan su evidente complacencia feliz adormecidos al sol. El agua es hoy verdiazul, tenue ámbar en la orilla.

La luz del mediodía es más clara, sin la textura marfil de ayer. El horizonte se ha ribeteado de algunos jirones de nubes que ceden su soberanía completa al regio sol en su cenit.

Con la tarde inicio mis tareas, que me ocupan no sin cierto agrado bastante más tiempo de lo habitual. Cuando concluyo, vuelvo paseando. En el parque florecen con las tardes de otoño algunos mendigos soleándose tumbados sobre los bancos. Hay alguna fuente que desgrana con enigmática serenidad su salmodia de agua.

La noche accede sobrecogedora y húmeda. En su red de grisura creciente va atrapando las luces de la bahía, sin atender las protestas continuas que las olas le expresan.




© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*



Desde las siete de la mañana se siente llover, el rumor acompasado y tenue de las gotas de agua es la primera presencia del nuevo día. Cuando salgo a la calle, encuentro a Pitufa acurrucada y protegida del tiempo bajo un extenso alero del edificio, y mientras come lo que le ofrezco, busco dando unos silbidos a Susanito. Tarda en aparecer, como siempre maullando intensamente y buscándome a su vez, pero viene hecho una sopa, a saber donde andaba. Lo dejo en lugar resguardado, frente a una buena ración de comida que espero sirva para calentarle un poco. Este gato es un poco despistado.

El aire fresco y húmedo de la mañana, en la calle vacía y solitaria, es un auténtico regalo. Bajo la abundante precipitación acuosa, las palmeras parecen respirar a su vez agradecidas y felices. El cielo cubierto es un moviente escenario de grises nubes revueltas. En la playa, las gaviotas se han adueñado de su soledad, una bandada en la arena permanece soportando el aguacero sin inmutarse. Se disponen cuidadosamente manteniendo entre ellas la suficiente distancia para evitar un picotazo de sus vecinas. Tienen entre ellas pocas reverencias.

Cuando vuelvo a casa, tras tomar un apetecible café, comienzan los rayos a dibujar sus erráticas amenazas sobre la playa, los truenos retumban incesantes, y el aguacero se convierte en toda una tromba con granizo incluido, que en pocos instantes blanquea extensamente la superficie de la arena. Sobre las ventanas se escucha el golpeteo de los menudos hielos que rebotan de un lado a otro.

Tengo que esperar un buen rato a que amaine, lo que hago leyendo la prensa en el ordenador, y cuando escampa un poco, me voy dando un paseo a dejarle algo de comida a Piratilla.La busco en su canalón cegado y seco, su refugio de lluvia. Pero asustada por los truenos, tarda en salir un buen rato pese a mis silbidos. No obstante agradece lo que le llevo, con buen apetito. Apenas hay nadie en una playa que aún tiene paños de granizo sin derretirse sobre la arena. Los muchachos de los servicios socorristas se refugian como pueden bajo una cornisa, la bandera amarilla que pide precaucion a los bañistas ondea delante suya, mojada, triste, inútil, nadie se baña.

Tras una siesta, la tarde concurre algo más seca, pero nublada. Poco a poco se va despejando, dejando mirar a la luna, que asoma su cara redonda y curiosa entre algunos retazos de nubes que apenas la velan. Con ella la noche acude, algo empujada por un viento de levante, fresco y desapacible. Desde la casa, ante una buena taza de té, veo como las sombras se adueñan de la calle y del mar con un oleaje incipiente, y del horizonte que desaparece, sólo delimitado por el reflejo de la pálida claridad de la luna sobre las aguas.

La noche siente algo de frío y se arrebuja como puede protegida del viento tras los edificios, busca la luz amarilla y silenciosa de las farolas de las calles que se esconden del mar. Los curiosos gatos ocultos bajo los coches la miran con sus ojos centelleantes, mientras pasea calmosa y solitaria, señoreando los desiertos pasadizos y callejones.



20 Marzo 2008
© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


Cuando la lluvia comienza a caer a media tarde, sin prisa, me encuentro en la calle silenciosa y vacia. No hay viento, el fuerte poniente de esta mañana ha cedido. Pronto asciende con las primeras gotas el efluvio tibio y fragante de la tierra mojada. La vegetación agradecida, feliz, calladamente disfruta de la llovizna suave y cálida.

Ha sido un día movido, de principio a fin, ya desde las primeras horas el sol comienza a ser intenso y obliga a bajar los toldos. Tras el desayuno me ocupo en bajar al perro y darle un ligero paseo, recibiendo de paso los saludos y maullidos de los felinos que ya están tomando el sol alegremente.

El mediodía nos ofrece la sorpresa de una demostración de aterrizaje de paracaidistas en la playa. Un servicio de megafonía va dando las explicaciones pertinentes de las maniobras de aproximacion, pese a las dificultades encontradas por la fuerza del aire en ese momento, un fuerte poniente, que dificulta el acertar en el reducido espacio marcado en la arena. A pesar de ello, el coronel y uno de sus hombres consiguen alcanzar exitosamente el reto propuesto. Aunque los demás no lo logran, ninguno cae en el agua, la gente aglomerada aplaude. La tropa formada a golpe de tambor y cornetín desfila luego por el paseo maritimo..

La tarde me regala una siesta reparadora, larga, benefactora y feliz.

Y con el final del día, nos encontramos de nuevo la noche y yo. Tras la lluvia, fresca, pero estimulante con el aire nuevo y limpio, queda una húmeda noche. En sus manos amigas las palabras parecen nacer más precisas.

Amiga noche en la que los perfiles de su ensueño , el pulso de sus caminos, son espacios sosegados y en calma, infinito afectuoso y tierno.




19 Marzo 2008
© Acuario 2009

jueves, 24 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

SEPTIEMBRE 24 Jueves


Con excelsa suavidad tibia el sol inunda una mañana expectante, abierta a un mar rumoroso movido por unas olas lentas y tranquilas, que llenan la playa de un apacible murmullo de blancas espumas. Los gorriones proclaman en su limpio idioma de sencilla alegría la grandeza inaudita de participar en este iluminado ahora. El firmamento rebosa de azul con plena exuberancia.

Un café y una torta de aceite son energías suficientes para iniciar sin demora mi cotidiana actividad andariega. El camino ya está pletórico de luz, recorrido a la carrera por los abundantes deportistas, dialogando con las pensativas sombras de las palmeras, abierto a un levante intangible y secreto que trae el fresco aliento del mar, húmedo aún de la reciente madrugada.

Hoy apetece la sombra, el sol no tiene apenas adversarios, ni una nube, escaso viento. Los bañistas se encuentran en su universo preferido.

Las gaviotas sobrevuelan los edificios en bandadas emitiendo blancos gemidos, entre todas graznando, dilatadas, profusas e incomprensibles quejas.

Entre una cosa y otra llega el mediodía, resuelto, ilimitado, de una inexplicable y esclarecida textura de tranquila sedosidad. Una vela latina a lo lejos con pausada calma navega.

Cuando llego al trabajo, comenzada la tarde, la ciudad está sumergida en un ebúrneo sueño de lenta reverberación detenida. A mi salida, el cielo estrena un azul nuevo, vivo, despierto. Andando por las calles, la mirada se pierde en la bóveda del abierto oceáno que el perfil de los edificios delimita.

La vegetación del parque descansa tranquila sobre los bancos, algunas palomas pasean o vuelan, mientras los mirlos hozan la tierra con sus amarillos picos, escondidos felices entre las plantas en sombras.

La tarde cede a la noche lentamente el completo espacio y la absoluta dimension del tiempo. El mar se viste de gris poco a poco oscureciéndose. Una media luna dichosa se asoma sobre los pescadores que han venido a verla.




© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


Entre los riesgos de la inactividad está el ponerse a marear la perdiz, sin terminar por resolver nada. Una actividad ocupando las horas, entreteniendo la mente, evita que hagamos recorridos ideativos, nos matriculemos en un curso de realidad virtual, creyéndonos una a dos, todas las premisas culturales que abordan al ser humano que intenta dedicar su tiempo al simple y sencillo ocio, así sin más.

Pero es bueno que de vez en cuando nos midamos la talla personal, los hechos de nuestra vida, contemos los platos rotos, y nos dediquemos una sonrisa afectuosa a falta de alfarería incólume que presentar a los invitados. Pues como es difícil sustraerse sistemáticamente a una lectura trágica de nuestro recorrido personal por la vida, hay que lidiar con el más peligroso de nuestros contrincantes, nosotros mismos. Y hay que eludir con elegancia y arte las embestidas de los desánimos, y los momentos de recesión del optimismo.

Como el día es ignorante y feliz, y no sabe nada de nuestros personales mercados financieros, acude inocentemente sin otra dimensión que una luminosidad resuelta, que la mañana incrementa hasta el estallido cegador del mediodía, mientras la brisa norte desde tierra riza el centelleante mar desolado en su desnuda y vacía belleza azul.

Se presentan a resolver dos o tres tareas, las habituales y otras además pendientes, las primeras horas se pasan con animado entretenimiento. El paseo matutino ajusta los tornillos con soltura y adecuada lubricación. Un poco de ejercicio, al sol creciente, ante la abierta dimensión palpitante de un mediterráneo diáfano y quieto, dispone las ideas tan fluídas como las flexibles palmeras entregadas a la luz, abrazadas a su destino de elástica lucha con el salitre y el viento marino

Con la siesta, todo se recupera nuevamente distinto. Una visita rápida a los felinos callejeros que aprovecha Kinito, mi perro, para echar alguna firma de su paso.

Pasa la tarde despaciosa y lenta, y sin apenas darme cuenta, por encima de mi hombro, una mirada se asoma. Es mi amiga la noche, abundante en sueños, amiga de todas las ideas, aún las más desquiciadas y erráticas las acoge amablemente. Amiga llena de paciencia y sabiduría sencilla. Con ella a mi lado mi pulso escoge quizá las mejores palabras, siempre sospecho que es ella la que las dicta. Cuando la miro interrogándome, asoma un destello alegre y leal en su sonriente mirada silenciosa.



18 Marzo 2008
© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


Es facil mirar a un lado y olvidar el otro. Nuestra percepción, aún mostrándonos lo que vemos, nos oculta lo que no vemos, lo que olvidamos mirar, recordar o valorar. Un dia de asueto que comienza, con una ocupación tras otra, con múltiples exigencias de la realidad entrometida. Pero la mañana es generosa en tranquilidad, el mar en calma, una brisa agradable, solo hay que fijarse en todo esto, y llevarlo en la atención dejando en el olvido todo lo que tiene un matiz menos simpático.

Más allá de las doce llega del mar una espesa niebla que se queda en la orilla, esconde la playa, y trae un aire aún más fresco y húmedo. Sobre la capa algodonosa y moviente, los montes a mi espalda se asoman a mirar, curiosos, la caprichosa y mágica bruma. Al iniciarse la tarde, se diluye lentamente, asi como yo me voy disolviendo en una siesta prolongada y llena de sueños.

Como mis chapuzillas de fontanero no dan la talla, llamo a Siberio, que él si trabaja en ese oficio. Un paseo a media tarde, y dejo en observación el sistema del flotador ya arreglado y ajustado por el profesional lampista.

Comienzo a escribir, con un té a mano, suave y aromático, en silencio, solo. La ventana abierta trae el murmullo relajado del mínimo oleaje en la playa pero a poco, como la radio no ofrece un programa a mi agrado, instalo en el lector conciertos barrocos de trompeta. Nada define mejor ese espíritu del barroco, libre, elevándose luminoso y abierto, que la pujante claridad de la trompeta, estimulante, clarín de optimismo y emocionante fuerza.

Y mecido entre sus briosos arpegios abro mi puerta a la noche, que llega sin estridencias ni resonantes pasos, tampoco recuerdos, sin palabras. Pero acude gozosa, dispuesta a disfrutar con la tibia temperatura de una primavera, amiga suya, con la que se queda charlando en amena conversacion de amigas. Se las ve reir, sentadas en un banco del paseo, a media luz, a media sombra, animadas y llenas de vida.

En el horizonte lejano, un pequeño lucero sorprendido parpadea.



17 Marzo 2008
© Acuario 2009

miércoles, 23 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

SEPTIEMBRE 23 Miércoles


Deshaciéndome de las ideas nacidas en el sueño, asomado a las que definen, cada día menos, mi cotidianeidad, la mañana anuncia a todo sol su presencia, queriendo despertar sin conseguirlo, a la quieta y dormida superficie de las aguas, a un Mediterráneo aletargado y quimérico bajo su espacio de inmóviles azules, entregado en silencio a su indefinible densidad onírica.

El aire es ligero y fresco, el sol tibio, el transparente derroche de luz , - con absoluta literalidad -, perfecto.

LLevado por mi propio usual camino, dejo decidir a mis piernas el rumbo, mientras dentro de una ignota clave observo la cotidianeidad, a las personas, personajes y cosas. Un limpio e inabarcable vacío se me ofrenda día a día y con mi más agradecida esperanza intento seguirlo sin ideas, y sin palabras.

Cercana a la orilla, una barca va pescando, arrojando de trecho en trecho unas nasas. El agua está tibia de nuevo, aunque en precario número, los bañistas en la playa, prolongan su baño de forma perceptiblemente deleitosa y sin la brevedad de los pasados días. La lejanía está enredada en ideas que no acierta a encontrar, el hilo detenido del horizonte no sabe definirlas.

Las palmeras reciben gozosas al mediodía lleno de claridad templada, de una sencillez enigmática y sólida.

Gazpacho, sardinas, pan y tinto. Es el almuerzo de hoy, tras el cual, saboreo el postre de una ligera siesta.

Con la nueva versión de una tarde alegre y viva, de una irreprochable temperatura, llego al trabajo. Hoy no se precisa mucho esfuerzo para resolver asuntos y problemas, las cosas ruedan bien.

Vuelvo caminando por el parque, y me aborda el recuerdo de la bandada de patos que vivían allí en una alberca. Con las cortezas de sandía en trozos pequeños en verano, o de melón, disfrutaban como locos, tanto que en cuanto asomaba y me reconocían, montaban una estrepitosa escandalera de graznidos. Como llevaba mucha cantidad, ninguno se quedaba sin pillar algunos cachitos.

La tarde se despide con una luz apagada y dulce, y se abre tras ella un sombrío firmamento violáceo, mientras sale del puerto a duras penas y sobreabundando de contenedores un carguero con lentitud tan flemática que pareciera necesitar toda la noche para poder iniciar su ruta.

Sobre la rada centellean las luces de las barcas que pescan. Los ondulantes rayos de sus reflejos son los únicos dueños de la negra bahía en sombras.



© Acuario 2009




AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


Cuando la tarde se viste de nuevo de pálido rosa, tenue azul, enigmático violeta, cuando regala al mar por breves instantes esa mezcla caprichosa de texturas cromáticas, desde un cielo de nubes llenas de esa mágica y fugaz amalgama, el recuerdo de la mañana se abre.

El día elige para su paseo vespertino la misma aleación pictórica que vistió en el inicio del alba. Los perfiles del amanecer cierran la tarde, abren la noche y anuncian el sortilegio renovado de la fresca madrugada de primavera.

Las horas diurnas, plácidas y descansadas, lentas, sosegadas, afectuosamente eternas, han ido olvidando sus diáfanos instantes, han derramado su gracia y su ensueño, y han partido silenciosas y discretas, dejando su evocación, la memoria feliz de su seducción infinita. El día ha pasado y me ha dejado su sonrisa

Ahora, cuando la noche encuentra abiertos todos los caminos en el corazón, cercana la ternura olvidada, abandono mis palabras. Acogido a Tu sombra, apoyado en Tu fuerza, transfiguras en luz mis titubeos, contigo mis pasos caminan en Tu firmeza.

Y la noche festiva, dicharachera, sonriente, observa.

Sus límites de estrellas se diluyen.

Cada una de las luces que palpitan en el mar, cobra una nueva libertad, un curso distinto para la flamígera huída de sus reflejos en el agua oscura, callada y somnolienta.




16 Marzo 2008
© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


Con la nueva estación primaveral, todo se despliega holgadamente, peatones incluidos que encuentran en las suaves temperaturas nuevos incentivos para acudir temprano a sus actividades, aún en sábado, como es hoy. Es agradable callejear sin frío, una mañana soleada y con una inicial y confusa neblina marina, que el sol diluye imperioso en el transcurso de las primeras horas del día.

Por todo ello, hay una mayor afluencia de viandantes, incluso en la playa, agotada por el invierno, que poco a poco recupera cierta ocupación, pese al destrozo que los camiones han dejado en el camino que la recorre por encima a lo largo de su orilla. El mar sostiene como puede un viento de tierra que le da aspecto de lago inmenso, que dibuja cotas de malla huyendo y desplazándose hacia el horizonte y en todas direcciones. Las palmeras se mecen y oscilan, como si amodorradas aún por una mala noche dieran cabezadas somnolientas.

Como no hay ruidos que asusten a Piratilla, hoy está aguerrida y fiera. Tras su comida, un perro de aguas suelto se le acerca ladrándole, y con arrojo y valentía, la gata se enfrenta a sus ladridos con una buena andanada de agresivos bufidos que detiene de inmediato la atrevida intromisión del sabueso, amedrentándole ella finalmente victoriosa.

Dejo la compra del día en casa, y pongo en marcha mi vehículo hacia Pizarra, tengo que resolver un error en la carta perforada de medición de la 300B en el Funke, un aparato de calibración de la capacidad útil remanente de las válvulas de vacío. El paisaje de colinas suaves enmarcadas en un semicirculo de montañas azuladas por la distancia está lleno de verde hierba, con intensa floración espontánea. Hay azahar en las huertas de limoneros y naranjos que aparecen entre las pequeñas edificaciones. Algunos mulos trabados pero sueltos comen en los pastizales llenos margaritas blancas.

Pizarra es un pueblo asentado en la falda de una montaña, lo dejo a mi derecha, y ya estoy en la casa de mi amigo. Nos ponemos a intentar medir y resolver la correción necesaria de la carta perforada de forma equívoca. Y con habilidad suya, que no mía, lo consigue, y corregimos el error de medida.

Cuando vuelvo, hay intenso tráfico, que consigo eludir prontamente. En pocos momentos estoy dejando de nuevo el coche en el garaje.
La tarde es una invitacion a sestear plácidamente. Reinicio la lectura de la biografía del padre de Isabel II, y a poco debo suspender la lectura. El sueño me ofrece todo su afectuoso abrazo, duermo tranquilo un buen rato.

Al salir a la calle a pasear, Pitufa reclama mi atención, saliendo debajo de un seto, con un maullido prolongado y quebrado, que proclama su vejez. Hay que llamar al Susanito con dos o tres silbidos, y a poco aparece resuelto, contento, confiado, chispeante. Una merienda-cena felina, que aceptan con buen apetito.

De vuelta a casa, instalo lo mejor de lo mejor, las mejores válvulas, y dejo a Brahms cerrar la tarde. Las sonatas de violoncello y piano, Rostropovich en las cuerdas, al piano Rudolf Serkin. La marcada interpretación de sesgo romántico es la mejor versión para ese amable sueño brahmsiano apasionado y sensible de sus sonatas.

La tarde cede a la noche su lugar. Espléndida, también en vacaciones, ligera de equipaje. Se ha olvidado el bañador, pero me dice no importarle, que en la madrugada no hay nadie en la playa, y el mar y las estrellas saben admirar su belleza en respetuoso silencio.



15 Marzo 2008
© Acuario 2009




martes, 22 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

SEPTIEMBRE 22 Martes




Con el pleno vacío del amanecer, en la completa vacuidad del firmamento, - hoy todo lo contrario de nublado -, las horas iniciales del día sucumben a su propio éxito, e incompletas y eternamente buscándose, comienzan ofreciéndome la mañana y su sonrisa.

La desnudez de la luz en lenta transformación no aguarda a paseantes retrasados, y cuando al fin consigo recuperar la indispensable libertad de movimientos, tras la visita del técnico de telefónica para revisar la línea del adsl, el sol hace ya tiempo me espera impaciente paseando arriba y abajo de la playa.

Su incesante estallido de oro líquido, el iluminado y eterno rayo de su mirada, la vencida playa a sus pies con el blanco abrazo de espumas , - cortejo incesante del mar a la arena - , la transparente copa de cristal de la mañana rebosando la claridad invencible que la transfigura, todo ello, en elocuente silencio reclama la admiración de la incesante afluencia de bañistas y visitantes.

En la quieta distancia, con estudiada persimonia avanza hacia el puerto un crucero, parece arrastrar detrás suya una escasa niebla, el húmedo respirar del mar en la madrugada.

El mediodía ofrece su gozo único, sencillo, completo, abierto. Cuando recojo el desafío de la tarde y reanudo actividades, los perfiles del sueño se han apoderado ocultamente de los abiertos límites de la ciudad. Sobre la vegetación descansando del parque el cielo propone todos sus caminos.

La atardecida es violeta, y alucinada y evanescente rosa que la mar imita con espléndida alquimia.

Hay una paz sin nombre que dialoga con los pájaros fascinados.
Sueñan con un perdido paraiso al que cantan con interminable y dulce arrebato.



© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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Cuando la actividad del día empieza a remontar más decididamente ya me encuentro en la calle en mi habitual ejercicio andariego matinal, donde encuentro alguna vez en ocasiones a peatones asiduos como yo que a la larga nos hacemos amigos y conocidos. Y de todas las opciones y colores políticos, que entre otras cosas tengo la manía de hacer amigos siempre donde piensan distinto. Y no veo a los ganadores sino con ocultas reticencias ante el futuro inmediato que se cierne en los próximos meses cercanos.

Análisis aparte, sonrisa que me guardo para mis adentros, hoy tengo que reclamar en Correos un paquete perdido hace ya casi un mes, con la fortuna de encontrarlo en la misma oficina, al parecer pendiente de repartirse todavía. La excusa de la funcionaria, real o incierta, son las pasadas elecciones. Pienso que para las cuatro cartas que nunca leo de propaganda electoral no hay en ellas un volumen excesivo para colapsar el anormal, eso digo, anormal funcionamiento de Correos. Pero hoy me digo las bromas a mi mismo, y con la alegría de recuperar el paquete perdido, reanudo mi paseo bajo una mañana algo calurosa, llena de luz, apenas refrescada por la escasa brisa que desde el mar viene a tierra.

Como ha habido ultimamente mucha paquetería entrante, hay que invitar a comer fuera. La felicidad del hombre comienza en la oficina del estomago, y es aún mayor, si no ha tenido que cocinarlo con sus manos, añadiría a la cita cervantina.

El camino al trabajo, es relajante, el cielo cubierto por una celosía difusa de nubes, es de un blanco levemente teñido de gris. Tengo que reconocer que el andar me pone de un humor excelente, pese a que la hora inicial de la tarde tenga un punto de exceso de calor.

Me recibe un bullicio feliz de gorriones esperando, entre los naranjos en floración ya completa. Un aroma que me entrega recuerdos siempre, tiempos que el ayer se llevó, se hacen presentes en la fragancia que hoy me regalan estos arboles humildes de talla pero inmensos en su esplendor primaveral.

Hoy hay trabajo, la agenda rebosa, pero con cierta práctica voy poniendo orden en el caos habitual, y termino sin apenas retraso excesivo. El crepúsculo es transparente, un firmamento sin bruma, un azul que palidece y retrocede lentamente, pero sin nubes.

Al llegar la noche, estoy solo, Mahler despliega todo su aluvión de sonoridades lentas y pausadas. Una detrás de otra, oleadas armoniosas, llenas de secretos y leve temblor apenas. La noche poco a poco se ha ido aficionando a la música, se queda atenta, callada, pensativa, a la escucha de los matices y las tenues inflexiones que aparecen como pequeñas luces en los amplios meandros del curso infinito de los pentagramas mahlerianos.

Entre nosotros, entre la noche y yo, la amistad nace con un largo y elocuente silencio.




14 Marzo 2008
© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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Mientras tomo el desayuno, el inicio del día reaparece, retorna un horizonte en bruma tras el cual el sol juega al escondite, ¡ pero se le ven los pies !, su resplandor asoma bajo la espesa capa de nubes bajas que se le interpone. Desde la lejanía, oculto, no logra esconder su flameante reflejo sobre las aguas.

Al salir, veo recuperada a la Pitufa, sus andares aunque algo inestables, son capaces de mantenerla en equilibrio, está contenta, y con buen apetito. Hace una ligera brisa, hoy la mañana no es tan calurosa como ayer.

Los camiones transportando arena apresuran su paso, probablemente quieran dejar terminado su trabajo antes de la próxima semana de fiesta, pero están dejando el camino que pasa delante de los chiringuitos completamente embarrado y desnivelado, lleno de profundos surcos, imposible para disponer las habituales mesas de esos establecimientos situados frente a la orilla de la playa. Hay una expresión de fastidio evidente en los trabajadores de esos merenderos cuando paso al lado de ellos.

Piratilla no hace más que entrar y salir, se introduce a toda mecha en su habitáculo cuando pasa a su lado rugiente y lleno de potencia un camión cargado. Y como si tal cosa, sale apenas se va el vehículo, comiendo lo que le llevo con ganas y sin inmutarse. Hoy toca pastilla, que se la mezclo en la comida, para que no tenga celo, y evitar camadas todos los años.

¿Qué se le va a hacer? ¡ Cualquiera convence a una gata !

Unas compras rápidas, y a mi vuelta ataco con interés la biografía del hijo de Carlos IV, un periodo de la historia de este pais realmente movido. Lo hago en la terraza del bar de mi edificio, tomando el sol, protegida la cabeza a la sombra por el toldo que disponen sobre los veladores. La brisa marina, estimulante , fresca , agradable me acompaña. Las palomas picotean los frutos secos del aperitivo que tomo.

El camino, por la tarde, con el sol tamizado por una ligera capa de nubosidad alta y difusa, blanquecina, inmóvil, es fresco gracias también a la brisa que sigue entrando. El puerto está siempre en calma, nada apenas se mueve, el agua verde y densa, pero cristalina.
Cuando vuelvo, pasado ya el trabajo, el final del día se recoge conmigo. El té se hace en breves instantes , una taza alivia la sed, renueva las fuerzas, estimula suavemente. A mi espalda, un carguero ilumina las aguas con sus largos reflejos de luces que dibujan inmóviles y flamígeros cometas sobre el mar oscuro y quieto. La noche empieza, humilde y limpia, la noche tambien participa gozosa de la alegría de la primavera.





13 Marzo 2008
© Acuario 2009

lunes, 21 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

SEPTIEMBRE 21 Lunes


Espléndido cielo, como jugo de naranja, a las ocho de la mañana, derramándose incesante sobre las aguas hasta que inevitablemente se olvidan hoy de todos sus azules.

Nada más que el vacío firmamento, observando a la ciudad que inicia sus cotidianas tareas en una fresca mañana que el sol comienza a templar pausadamente.

Todo sería perfecto si no hubiera que ocuparse de nada. Uno puede reconciliarse con todo, presente y pasado, siempre y cuando la única ocupación fuera convivir sólo con el más excelso ocio.

Pero a falta de la oportunidad gozosa para lograr vivir en la desidia más absoluta, el bienestar del diario ejercicio, las pequeñas ocupaciones, ir y venir tras ellas o con ellas, en estas luminosas horas iniciales del día son a fin de cuentas jubilosos quehaceres, radiantes espacios de bienestar.

Bajo esta luz amable y septembrina los habituales y asiduos aficionados al baño parecen más estáticos todavía. Con el agua cristalina y quieta, calmada, y apenas una brisa ligera, todo parece detenido y ausente a media mañana.

Sólo después, en esas horas centrales del Ángelus, el cielo recompone sin prisa su techo olvidado de nubes entreabiertas. Hay un cierto desánimo en la playa con la luz y el calor ausente. Pero al cabo de apenas media hora, el sol luce sus galas nuevamente, en un me voy y ahora vengo, que semeja una medio broma.

La tarde con desconocidas artimañas obliga a quedarse en su sitio al sol caprichoso y burlón y lo sujeta en unas horas sedentes, apaciguadas, que van extendiendo con calma su lenta mansedumbre bañada de oro vespertino y tibio.

Cuando vuelvo del trabajo hay un ligero levante, que anima una inicial rebeldía, en unas aguas ahora resueltas, e incitadas a recuperar un azul olvidado e intranquilo.

En la lejanía algunas nubes intentan esconderse, vistiéndose de un rosa con empeños de evanescente marfil, mientras la muchedumbre de avecillas no cesan de reclamar, con inacabables trinos, su misterio al crepúsculo, pero éste oculta todos los enigmas fingiendo estar inmóvil, aparentemente quieto.



© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


La nueva estación primaveral avanza incontenible, en pocas horas por la mañana el sol aprieta, intenso y vehemente, su fuerza lumínica, su apasionado entusiamo, acaba por arrasar e incendiar todo a su paso. ¿Que hacer sino buscar la buena sombra, la fresca e inexcusable sombrita? Pues en esas estoy, planeando cambiar mañana la ruta de mi paseo matinal, pero hoy bajo la travesía habitual, cada vez más cálida y deslumbrante, empiezo a disfrutar del tórrido verano anticipadamente, para júbilo de turistas ávidos de entrar en hornos recalentados, y soportar alegremente esta irradiación solar abrasadora.

Impasibles y empecinados los camiones recorren la playa con su carga de arena de un lado a otro, que al estar mojada va deshaciéndose del agua a lo largo del camino, dejándolo intransitable. A su paso, la gata Piratilla, corre a esconderse en su fresco bunker de piedras, una y otra vez. Cuando termino de llenarle su cuenco de comida y reponerle agua limpia la dejo desayunando contenta, escondida, protegida en su pequeña casita de pedruscos ensamblados, desde la que mira el mundo asomada a su puerta, con esa atenta observacion felina, despierta y lúcida.

En el interior del mercado, entre los amplios expositores refrigerados, la temperatura es agradable, casi le dan a uno ganas de revisar despacio todas las fechas de caducidad de los quesos y congelados. Pero deseo volver sin demora, atender el posible correo y seguir ocupándome de los asuntos inevitables del día. Hay poca gente y apenas espera en las cajas registradoras. La vuelta es un risueño paseo, de apenas una docena de minutos.

A King, mi perro, lo han bañado cuando vuelvo, y ahora es el momento para secarse, de hacerle dar un paseo al sol, mientras espero al cartero alrededor del edificio, buscando espacios sombreados que la brisa marina ayuda a mantener frescos.

Por la tarde, el parque ofrece un respiro umbroso para el caminante. Cuando llego a los naranjos, la apoteósis del azahar en toda su gloria me recibe, junto con los gorriones que esperan las diarias migajas de pan, nerviosos y volando entre las ramas.

Los asuntos son escasos en el trabajo y se resuelven con facilidad. Al terminar, la tarde llena de luz todavía, el horizonte abierto en un infinito azul, pálido y delicado, sin una nube.

De vuelta ya en casa, consigo recordar el trasvase de fotos desde el móvil al ordenador, y enviarlas desde éste, no sin ciertos errores, pero exitósamente al fin. Y en esto ya es de noche, ella, con alegre vestido de sombras, y yo nos saludamos.

Un guiño feliz en su mirada. Con una sonrisa le contesto.




12 Marzo 2008
© Acuario 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


Sobre y bajo el terral, viento de tierra, se escribe este día, lleno de luz y abierto a la nueva primavera, caluroso, pero amable. Con una mañana limpia, sin nubes y el mar una extensión azul inmóvil, vibrante de vida, infinito dormido y quieto a estas primeras horas. Hay que comenzar ocupandose de las tareas, papeles, compras, pero siempre queda un hueco a media mañana para las aficiones, para admirar la tecnica y la arquitectura interna de esas pequeñas maravillas de la electrónica que me ofrecen un sonido cálido y suave, una musica natural y emocionante, llena de matices, asombrosamente luminosa, como el mediodia que refulge y centellea en la abierta bahía.

Tras un rato midiendo y calibrando con no pocos errores, consigo finalmente obtener unas cifras exactas de su vida útil, de su capacidad operativa. Y sin darme cuanta, llegó la hora de almorzar. Y tras esta, la siesta, breve pero gananciosa, una recuperacion plena de la lúcida capacidad de la conciencia, la memoria, una agradable preparacion para el trabajo de la tarde.

El parque se mece suavemente, los árboles ceden ante el viento sus copas, caen algunas ramas secas, algunas hojas. Las palomas bullen y rebuscan entretenidas. El camino se hace sin prisa, el aire primaveral es cálido a esa primera hora de la tarde, pero la sombra acompaña mi paseo. No obstante, el tráfico a esa hora es apresurado, todo el mundo quiere llegar a casa temprano, hay que cruzar con cuidado los semáforos.

Poco trabajo, pero entretenido, salgo no obstante temprano, la luz es plena todavía, un cielo completamente abierto, pálido azul, no hay una nube en todo el firmamento . Decido visitar a una amigo, que vive cerca de mi ruta de vuelta. Charlamos un poco de todo, como es hombre de ciertos posibles, recabo su opinion sobre los posibles acontecimientos económicos y el escenario que me describe, corrobora mis suposiciones. Me reafirmo en seguir en mi linea de conducta precavida, el tiempo dira, pero es mejor estar a recaudo de algunas posibilidades.

He hecho otro amigo más, un nuevo romano de pelaje dorado, que ha buscado refugio en unos jardines cercanos en mi barrio, es un bonito animal. Espero que sepa encontrar la manera de convivir inteligentemente con los humanos.

La noche cierra el capitulo del día, gozando del programa de radio reproducido con unas válvulas nuevas, de Copenague, año 1950. La noche también es melómana, y un punto audiófila, sonríe complacida, escuchando ella a su vez. Alguna estrella, pequeña en la infinita distancia, titila entusiasmada ella también ante Schubert, ante su universo de emoción apasionada.




11 Marzo 2008
© Acuario 2009

domingo, 20 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

SEPTIEMBRE 20 Domingo


Una barrera entrabierta de nubes el sol encuentra, - e incendia - , al amanecer, sobre la que desata y derrama toda su flamígera imaginación. El cielo medio nuboso se llena de color y de fuego que cae sobre el mar apagado y quieto, adormecido. Apenas algún pescador en la orilla y solo dos navíos anclados en la distancia, han sido los escasos testigos de la breve escenografía silenciosa con la que el día se inicia.

Al poco rato casi todo el firmamento se cierra con una variada gama de nubes, nimbos y cirros lejanos, en un diverso tapiz detenido de grises-azules y diversos blancos. Al salir temprano, con el ligero aire del norte y la ausencia de sol, la mañana es rotundamente fresca. El verano parece haber terminado.

Pese a ello, o debido a eso, el caminar se hace agradable y ligero. La playa medio vacía, con algún animoso y confiado bañista esperando que el techo nuboso termine abriéndose. El mar ausente, respirando despacio en la orilla, con unas olas inapreciables y escasas.

Como es festivo, no faltan paseantes, ciclistas, patinadores, turistas, perros, y corredores absortos, llevados de alguna posesión inexplicable a perseguir incesantes sus inalcanzables quimeras. En mi caso, con la calma habitual, también recorro el camino.

Hacia el mediodía, resoplando por sus sirenas, atronando con el adiós de su profundo bramido, un paquebote de pasaje larga amarras. Cuando enfila la bocana del puerto, navegando a la misma velocidad del viento que sopla por su popa, el humo de su chimenea le persigue y se le queda justo encima como un casquete, como una ancha boina gris oscura. Es un buque con txapela.

Me instalo ante un aperitivo, o mejor, nos instalamos una impertinente mosca testaruda y yo. Como no hay manera de alejarla, opto por dejar a su alcance la corteza del queso, y llevarme la copa y el plato más cerca de mí. Asi pues, ella queda en la gloria, quieta y plantada encima de la cubierta del gruyère, vuelta del lado comestible, mientras yo puedo tomar el refrigerio tranquilamente y olvidarme de su existencia, feliz ahora para ella.

La tarde es totalmente soleada, con una amable claridad de oro cálido. Se va deshaciéndo en un silencio infinito, en un crepúsculo abierto y sosegado, en una secreta ensoñación sin límites mientras el mar calla, cómplice y pilluelo.




© Acuario 2009