jueves, 24 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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Entre los riesgos de la inactividad está el ponerse a marear la perdiz, sin terminar por resolver nada. Una actividad ocupando las horas, entreteniendo la mente, evita que hagamos recorridos ideativos, nos matriculemos en un curso de realidad virtual, creyéndonos una a dos, todas las premisas culturales que abordan al ser humano que intenta dedicar su tiempo al simple y sencillo ocio, así sin más.

Pero es bueno que de vez en cuando nos midamos la talla personal, los hechos de nuestra vida, contemos los platos rotos, y nos dediquemos una sonrisa afectuosa a falta de alfarería incólume que presentar a los invitados. Pues como es difícil sustraerse sistemáticamente a una lectura trágica de nuestro recorrido personal por la vida, hay que lidiar con el más peligroso de nuestros contrincantes, nosotros mismos. Y hay que eludir con elegancia y arte las embestidas de los desánimos, y los momentos de recesión del optimismo.

Como el día es ignorante y feliz, y no sabe nada de nuestros personales mercados financieros, acude inocentemente sin otra dimensión que una luminosidad resuelta, que la mañana incrementa hasta el estallido cegador del mediodía, mientras la brisa norte desde tierra riza el centelleante mar desolado en su desnuda y vacía belleza azul.

Se presentan a resolver dos o tres tareas, las habituales y otras además pendientes, las primeras horas se pasan con animado entretenimiento. El paseo matutino ajusta los tornillos con soltura y adecuada lubricación. Un poco de ejercicio, al sol creciente, ante la abierta dimensión palpitante de un mediterráneo diáfano y quieto, dispone las ideas tan fluídas como las flexibles palmeras entregadas a la luz, abrazadas a su destino de elástica lucha con el salitre y el viento marino

Con la siesta, todo se recupera nuevamente distinto. Una visita rápida a los felinos callejeros que aprovecha Kinito, mi perro, para echar alguna firma de su paso.

Pasa la tarde despaciosa y lenta, y sin apenas darme cuenta, por encima de mi hombro, una mirada se asoma. Es mi amiga la noche, abundante en sueños, amiga de todas las ideas, aún las más desquiciadas y erráticas las acoge amablemente. Amiga llena de paciencia y sabiduría sencilla. Con ella a mi lado mi pulso escoge quizá las mejores palabras, siempre sospecho que es ella la que las dicta. Cuando la miro interrogándome, asoma un destello alegre y leal en su sonriente mirada silenciosa.



18 Marzo 2008
© Acuario 2009

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