domingo, 6 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

SEPTIEMBRE 6 Domingo


Nubes caprichosas, movedizas, algodonosas, tornadizas, con las que amanecemos envueltos.
El sol encubierto, camuflado por ellas, sigue durmiendo sin levantarse todavía a media mañana.

Cuando me asomo a la calle, para entablar mi diario paseo matinal, la afluencia de personas y gentes en las vías urbanas, en la ronda que circunda la playa , pese a lo temprano de la hora, en los iniciales momentos del día, es extraordinaria.

Vendedores ambulantes de golosinas, chucherías, bebidas, globos, frutos secos, han ocupado ya los puntos considerados por ellos más estratégicos para la venta. Y no están solos. Viene de la ciudad una multitud creciente de adultos acompañando a niños de todas las edades, jóvenes en grupos y en parejas, policías vigilando, turistas, bañistas, a los que se añaden algunos perros despistados olisqueando a su aire sus esquinas preferidas.

¿ Qué sucede ?, me digo.

Y entonces recuerdo la amenaza pendiente del Primer Festival Aéreo, que estaba prevista para el día de hoy. Pero las nubes han decidido ser además de volubles y antojadizas, también traviesas. Con este manto de humedad cerrando la visibilidad, el evento no tiene otro remedio que retrasarse, a esperar que el día se vaya abriendo. Para amenizar la que va a ser larga espera, un sistema de megafonía expulsa y mezcla con el ruido ambiente algo semejante a un confuso, pertinaz y pretendido musiqueo.

Cuando algunos helicópteros aparecen, un locutor va explicando las características operativas de las aeronaves, su maniobrabilidad, con una aparente e inexplicable intencionalidad comercial. Se diría que piensa encontrar entre todos esos chavales chupando helados y comiendo bocadillos alguno dispuesto a comprar un aerostato en buenas condiciones.

El plato fuerte se hace esperar, son casi las dos de la tarde, y solo entonces apenas el firmamento comienza a mostrar un cielo gris y azul entre las nubes menos compactas.

Los reactores inician su demostración más impresionante, los decibelios se comen todos los posibles comentarios de la megafonía, la multitud se emociona ante el bramido atronador, ante las evoluciones incesantes ascendentes y descendentes de las aeronaves.

Por el aire vuelan no sólo aviones, también nuestros impuestos.

El combustible quemado nos impregna de su olor, mientras termina el espectáculo con la expulsión en las últimas pasadas de humos con los colores de la bandera nacional.

Hemos sobrevivido indemnes, no ha sido necesario utilizar ninguno de los dos camiones de bomberos preparados, los edificios siguen donde estaban.

Una hermosa y emocionante mañana, que sin el aliciente del riesgo no hubiera sido tan apasionante.

La tarde está asombrada, no se cree lo que le cuento. Entre ella y yo solemos aburrirnos tan felizmente que no nos damos cuenta de lo fascinante que es el que no ocurra nada.




© Acuario 2009

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