jueves, 17 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


Con delicada luminaria el sol naciente se acoge a la difusa bruma del horizonte. Su habitual estallido de luz, hoy romo y difuminado por la neblinosa humedad, se dispersa sin embargo ilimitadamente ocupando con decidida extensión la casi totalidad del firmamento.

Una gualda alborada, inundada generosamente por el dorado corazón solar, maduro limón de la mañana.

Sobre la playa, perseguida por su ruidosa y metálica quejumbre, renquea la traqueteante maquinaria de limpieza de la arena.

El mar asombrado, murmura y rezonga a su paso. Cuando se aleja, parece suspirar y adormecerse de nuevo, con respirar mesurado.

Desde primeras horas de la madrugada, silenciosamente pero con liberalidad, el rocío ha caído sobre las palmeras, asperjándolas con su fresca bendición, que los mirlos, ocultos tras su propio batiburrillo de silbidos, agradecen. Escondidos en la umbría de las aún sombreadas palmas, se divierten alegremente en una melodiosa, amena y variada, casi musical conversación canora.

La soledad de la calle asombrada enmudece escuchandolos.

Como es día de asueto, lo inicio calmosamente, sin apremio, a mi aire.

No se confunden de silbido los gatos, el mío lo reconocen, parece que oyen con el vacío estómago, más que con sus orejillas.

Mi camino está a esa hora todavía exhalando la frescura matinal del humedecido crepúsculo, hay jirones perdidos por la noche entre sus sombras que el sol distraído aún no las alcanza.

Mis compras son hoy escasas, a la vuelta sobra todo abrigo, con él en la mano se camina resueltamente y mejor. Algunos atrevidos hay que tímidamente se instalan en la playa, quizá para intentar bañarse.

En el mediodía, una carrera naútica a vela, siembra de docenas de pequeñas y blancas velas triangulares el apacible azul de la mar. Mis ocupaciones, por la mañana, me entretienen y absorben, pero al iniciarse la tarde una siesta reparadora y oportuna me deja nueva otra vez la sesera, un poco de té después, aclara mi atención subliminalmente adormecida.

Cuando salgo a pasear un rato con mi perro, en la lejanía violeta y azul del cielo, se presiente la noche.

Una primaveral noche, tranquila, agradable, serena, que declara expeditos todos los caminos sobre el mar, - alguna inmóvil luz lejana intenta recorrerlos - , y abiertas todas las sendas de la mente, para que el sueño alze su vuelo incontenible y secreto.



1 Marzo 2008
© Acuario 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario