domingo, 27 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

SEPTIEMBRE 27 Domingo


En silencio la fina y ligera lluvia ha hecho suya la soledad de la mañana. Sobre la techumbre de nubes blancas y grises el sol es apenas una luz entrevista que desaparece velada por completo en ocasiones. La calle vacía y húmeda, se ha adornado de charcos medio ocultos, que terminan mojando del todo los zapatos de los escasos viandantes. La playa permanece impasible en un tranquilo vacío lleno de serenidad adormecida. El mar quieto, mitad gris, mitad iluminado de líquido y verde jade.

Estrenando el otoño bajo el camino de palmeras lánguidas y chorreantes, también me siento nuevo, como el ahora limpio verde de sus palmas, que contrastan con el oscurecido marrón de su troncos empapados por el agua. Las palomas descansan en las frescas isletas de césped que acompañan el paseo de la playa. La lluvia es fina, intermitente, casi oculta.

Hay una nueva gatita pequeña y lista, blanca y con algo de marrón claro por el lomo, el rabo a rayas transversales, blancas y cremas, como un calcetín largo que la acompañara, moviéndose con esa vida especial y distinta que tienen las colas de los gatos. Como sé por dónde anda, con un silbido la llamo para dejarle algo y hacerme amigo de ella. Ya que todo el día trastea, trabajando de mecánica, por debajo de los motores de los coches, aparece tiznada de grasa y con un simpático aspecto de sucia pillastre.

El mediodía está detenido, inmóvil. La lluvia ha cesado, al mar no se le oye, no hay viento, la sosegada nubosidad va clareando. Con la tarde el sol tímidamente ilumina una playa con una claridad imprecisa y débil. Algunos pasean ya por una playa que se va secando lentamente. En la bahía anclados hay algunos navíos, cada uno, sin viento, ha aproado en distintas direcciones, ya que no hay brisa, por los distintos y erráticos rumbos de las escasas corrientes ocultas en el agua.

El mar va tomando un gris perla, azulado, según asoman retazos de cielo entreabierto.

Al final un ligero levante se hace dueño de unas escasas olas nerviosas que estremecen la superficie del agua, mientras las gaviotas vuelan y planean encaramadas sobre el viento a bastante altura.

Las nubes aunque escasas ahora, quieren también pasear un rato por la calle y se engalanan, antes de salir a estirar las piernas, de nacarado marfil y rosácea crema.




© Acuario 2009

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