lunes, 14 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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La mañana comienza con el amanecer lejano medio en sombras, mientras las farolas iluminan la soledad de la calle. Con la radio pequeña bajo la almohada, me quedo escuchando noticias que terminan durmiéndome de nuevo.

Cuando vuelvo a despertarme, un rotundo y resuelto sol asoma su cíclope y roja mirada por encima del horizonte. Hay un alegre viento que se anima a correr sin cortapisas, a levantar ligeras espumas en el mar, a despeinar a viandantes matutinos que buscan un lugar defendido tras la mampara del apeadero del autobus. Un viento juguetón, travieso y caprichoso, que obliga a las palomas a calcular con cuidado el planeo necesario para descender a comer el grano que les ofrezco.

Es un mediodía lleno de luz, el que me acompaña en mi descanso tras el almuerzo. Cuando acudo al trabajo, en el puerto las aguas bullen inquietas, la rada impaciente no tiene apenas nuevos inquilinos, salvo un hermoso catamarán de bandera alemana, cuyo tripulante intenta sestear entre la ropa tendida en cubierta secándose al sol, como nuevas banderas de lejanos paises desconocidos.

Hay poco trabajo, cuando termino, la tarde está todavía con fuerzas, la ciudad plenamente activa, mientras el cielo se muestra con un azul apenas ensombreciéndose.

Es una noche hermosa, ligera, sencilla, con algunas luces sobre el mediterráneo abierto y siempre distinto.

Con miles de caminos sin explorar sobre las aguas dormidas en sombras.




21 Febrero 2008
© Acuario 2009

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