lunes, 21 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

*


La nueva estación primaveral avanza incontenible, en pocas horas por la mañana el sol aprieta, intenso y vehemente, su fuerza lumínica, su apasionado entusiamo, acaba por arrasar e incendiar todo a su paso. ¿Que hacer sino buscar la buena sombra, la fresca e inexcusable sombrita? Pues en esas estoy, planeando cambiar mañana la ruta de mi paseo matinal, pero hoy bajo la travesía habitual, cada vez más cálida y deslumbrante, empiezo a disfrutar del tórrido verano anticipadamente, para júbilo de turistas ávidos de entrar en hornos recalentados, y soportar alegremente esta irradiación solar abrasadora.

Impasibles y empecinados los camiones recorren la playa con su carga de arena de un lado a otro, que al estar mojada va deshaciéndose del agua a lo largo del camino, dejándolo intransitable. A su paso, la gata Piratilla, corre a esconderse en su fresco bunker de piedras, una y otra vez. Cuando termino de llenarle su cuenco de comida y reponerle agua limpia la dejo desayunando contenta, escondida, protegida en su pequeña casita de pedruscos ensamblados, desde la que mira el mundo asomada a su puerta, con esa atenta observacion felina, despierta y lúcida.

En el interior del mercado, entre los amplios expositores refrigerados, la temperatura es agradable, casi le dan a uno ganas de revisar despacio todas las fechas de caducidad de los quesos y congelados. Pero deseo volver sin demora, atender el posible correo y seguir ocupándome de los asuntos inevitables del día. Hay poca gente y apenas espera en las cajas registradoras. La vuelta es un risueño paseo, de apenas una docena de minutos.

A King, mi perro, lo han bañado cuando vuelvo, y ahora es el momento para secarse, de hacerle dar un paseo al sol, mientras espero al cartero alrededor del edificio, buscando espacios sombreados que la brisa marina ayuda a mantener frescos.

Por la tarde, el parque ofrece un respiro umbroso para el caminante. Cuando llego a los naranjos, la apoteósis del azahar en toda su gloria me recibe, junto con los gorriones que esperan las diarias migajas de pan, nerviosos y volando entre las ramas.

Los asuntos son escasos en el trabajo y se resuelven con facilidad. Al terminar, la tarde llena de luz todavía, el horizonte abierto en un infinito azul, pálido y delicado, sin una nube.

De vuelta ya en casa, consigo recordar el trasvase de fotos desde el móvil al ordenador, y enviarlas desde éste, no sin ciertos errores, pero exitósamente al fin. Y en esto ya es de noche, ella, con alegre vestido de sombras, y yo nos saludamos.

Un guiño feliz en su mirada. Con una sonrisa le contesto.




12 Marzo 2008
© Acuario 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario