viernes, 11 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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Con amable suavidad el sol se anuncia en una alborada silenciosa, su dorada belleza áurea se entrega a las escasas, - hoy por fin ya -, olas y las recubre de una mágica presencia ensoñadora.

Tras un ligero desayuno y sin necesidad casi de abrigo, el camino diario se hace gustosamente. Hay una cierta animación en la playa, comparándola con la desolada imagen de días pasados. De nuevo se corre, se anda, se pasea, sin el aprieto de luchar contra la desordenada fuerza de los elementos. Hay una sensación de alivio y normalidad en todos los viandantes.

Tambien la pequeña gata, Piratilla, relajada y tranquila, sale sin temor de su escondrijo de piedras al escuchar el silbido con que suelo llamarla. Come con buen apetito y nunca deja nada,- de un día para otro -, en el cuenco que le lleno cada mañana.

Con el distendido ejercicio, andar sin prisas, el humor se tonifica, se hace positivo y alegre. El cielo con nubes escasas, juega con la luz que el sol regala. Los sistemas mecanizados de limpieza pasan incesantes cerniendo la arena, limpiando las orillas de cañas y despojos marinos. Sus lamentos quejumbrosos de oxidados engranajes se pierden poco a poco en la lejanía de la larga playa.

El mediodía es una hora de lectura, escuchando música en la radio. La biografia de Mazarino se extiende más hacia los datos históricos, la paz de Westfalia, la batalla de Rocroy, la luchas con la Fronda en Paris, la pugna con el Parlamento, mientras la sutil psicología del personaje subyace en cierta sombra. No obstante, nada hay más atractivo para mí, que los hechos históricos, con todas sus versiones y miradas.

La ligera siesta me permite iniciar la tarde con plena energía. En el puerto las aguas, no obstante, parecen seguir descansando dormidas. No hay cambios en el fondeadero, al viejo transbordador cargado de herrumbre lo estan repintando, pareciera una coqueta añosa tapando los desperfectos que el tiempo le ha provocado, injustamente por supuesto, a su belleza.

Los carabineros a la salida portuaria, quizá observan pero nunca miran. Traspaso la puerta del recinto con el abrigo en la mano, hace buena temperatura y realmente sobra. En el jardincillo cercano ya esperan los gorriones sus migas, se los dispongo encima de los apretados setos, y evito que se los roben a empujones y picotazos las ávidas palomas. Algun trocito ellas ya se llevan siempre no obstante.


Cuando vuelvo del trabajo, prontamente la noche a mi lado se acerca.
Hoy sí lleva espléndidamente su adorno inagotable de estrellas, su indefinido y poético silencio de sombras.




15 Febrero 2008
© Acuario 2009

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