domingo, 27 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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Frío viento norte, pero a su arrollador paso victorioso la mañana es un puro y evanescente cristal. No hay en el mar sino un trémulo azul, que desplaza de un lado a otro su cambiante apariencia, su vivaz centelleo bajo el sol inicial deseado y creciente.

Cuando salgo, algunos escasos peatones, detenidos en su paso, casi inmóviles bajo el cálido abrazo solar. Hay que evitar las embestidas del aire cuando asoma por las calles abiertas en su camino. Con la oportuna protección de los edificios, en la soleada acera, encuentro el lugar idóneo para instalar mi observación diaria. Empero, con el transcurrir del día, va cediendo un tanto la abierta amenaza térmica del desangelado torbellino septentrional.

En la playa, un redivivo invierno. No obstante Piratilla, feliz, asoma su cabeza a la puerta de su escondrijo, protegida y caldeada gracias a la creciente claridad que se hace abundante regalo con generosidad animosa. Continuo arreglando un poco el interior, limpiando y ordenando los cuencos de comida y agua, mientras la gata se extiende panza arriba gozosa al sol. Ronronea con las caricias que le hago al despedirme de ella.

Hay que comprar pan y agua, no hay problema, la tiendecilla de al lado esta abierta. Provisto ya de ambas cosas, subo finalmente a casa, y decido tomar la mañana pausadamente para la lectura. Que el sueño termina por cerrarme el libro, es un hecho que constato al despertarme, pasado el mediodía. Tras un almuerzo a la deriva, un poco de cualquier cosa, me instalo ante las noticias, ante las imagenes de la nieve caída en media España, en esta cambiante primavera, primero anticipada y hoy invernal.

No perdono una buena siesta, hoy tengo que acostarme algo tarde, a la caza de dos buenas piezas en ebay, que para hacerse con ellas hay que actuar en los últimos momentos de la puja. Tras el descanso, como en radio clásica no ofrecen nada apetecible, cedo el protagonismo a la musica de camara de Brahms. La ternura y suavidad de su escritura, ensoñadora, amable, ligera, me acompaña mientras recupero la lectura interrumpida.

Con un paseo luego, cierro la tarde, todavia la noche esta ausente, pero me apetece rodearme de la comodidad y el calor del hogar. Cuando vuelvo la vista, escribiendo, la impresionante mirada fija, roja, abrasadora de la luna, desciende sobre el mar buscando su largo y trémulo camino. Envuelta en su magia y su silencio, se asoma recogida y ensimismada. La noche antes abstraída, se vuelve con su presencia, profunda y filósofa. Una silenciosa meditación las envuelve a las dos, la noche y la luna, en ilusionada, estremecida, y abierta esperanza.



23 Marzo 2008
© Acuario 2009

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