martes, 22 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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Mientras tomo el desayuno, el inicio del día reaparece, retorna un horizonte en bruma tras el cual el sol juega al escondite, ¡ pero se le ven los pies !, su resplandor asoma bajo la espesa capa de nubes bajas que se le interpone. Desde la lejanía, oculto, no logra esconder su flameante reflejo sobre las aguas.

Al salir, veo recuperada a la Pitufa, sus andares aunque algo inestables, son capaces de mantenerla en equilibrio, está contenta, y con buen apetito. Hace una ligera brisa, hoy la mañana no es tan calurosa como ayer.

Los camiones transportando arena apresuran su paso, probablemente quieran dejar terminado su trabajo antes de la próxima semana de fiesta, pero están dejando el camino que pasa delante de los chiringuitos completamente embarrado y desnivelado, lleno de profundos surcos, imposible para disponer las habituales mesas de esos establecimientos situados frente a la orilla de la playa. Hay una expresión de fastidio evidente en los trabajadores de esos merenderos cuando paso al lado de ellos.

Piratilla no hace más que entrar y salir, se introduce a toda mecha en su habitáculo cuando pasa a su lado rugiente y lleno de potencia un camión cargado. Y como si tal cosa, sale apenas se va el vehículo, comiendo lo que le llevo con ganas y sin inmutarse. Hoy toca pastilla, que se la mezclo en la comida, para que no tenga celo, y evitar camadas todos los años.

¿Qué se le va a hacer? ¡ Cualquiera convence a una gata !

Unas compras rápidas, y a mi vuelta ataco con interés la biografía del hijo de Carlos IV, un periodo de la historia de este pais realmente movido. Lo hago en la terraza del bar de mi edificio, tomando el sol, protegida la cabeza a la sombra por el toldo que disponen sobre los veladores. La brisa marina, estimulante , fresca , agradable me acompaña. Las palomas picotean los frutos secos del aperitivo que tomo.

El camino, por la tarde, con el sol tamizado por una ligera capa de nubosidad alta y difusa, blanquecina, inmóvil, es fresco gracias también a la brisa que sigue entrando. El puerto está siempre en calma, nada apenas se mueve, el agua verde y densa, pero cristalina.
Cuando vuelvo, pasado ya el trabajo, el final del día se recoge conmigo. El té se hace en breves instantes , una taza alivia la sed, renueva las fuerzas, estimula suavemente. A mi espalda, un carguero ilumina las aguas con sus largos reflejos de luces que dibujan inmóviles y flamígeros cometas sobre el mar oscuro y quieto. La noche empieza, humilde y limpia, la noche tambien participa gozosa de la alegría de la primavera.





13 Marzo 2008
© Acuario 2009

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