domingo, 20 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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Ha sido acerbo el día, ventoso y fresco, nublado progresivamente pero sin la ansiada lluvia que algo hubiera aliviado la pertinaz sequia. Aunque el alba ha mostrado todo un despliegue cromático, iluminando las inicialmente escasas nubes con una amplia paleta de colores, con un sol entrevisto apenas entre ellas que luego se ha cerrado en un dia gris, zarandeado por un viento desapacible y errático.

Transcurre la mañana con tranquilidad. Solo, sin ruidos de aspiradora ni dificultades para sortear pisos mojados y limpiándose. Un breve almuerzo, y un descanso después, antes del cual inicio la lectura de la biografía de Richelieu, magnífico ejemplar, libro editado en 1934, en perfecto estado, espléndido. Es un libro que dimana ternura, que atrae en su sencillez y elegancia, con sus hojas que precisan abrirse con cortaplumas y limpias. Me prometo instantes agradables leyéndolo, pero el sueño acude y ceder al mismo es prioritario hoy.

Cuando camino hacia mis diarias tareas, por la larga avenida arbolada del parque, entre palmeras mecidas por el insistente viento, el cielo se mantiene cubierto, plomizo, gris. Al llegar bajo los naranjos, con la frescura del día y la floración avanzada, el penetrante perfume del azahar es un invisible pero luminoso regalo. Poco a poco los gorriones van perdiendo el miedo, acudiendo confiados y alegres a las migas de pan que les dejo a su alcance.

El trabajo no tiene más problemas que los habituales, - y que seguirán sucediendo - , me digo a mi mismo en broma.

La tarde cede su luz despaciosamente a la noche, mientras ésta envuelve con secreta ternura a las últimas horas del día, callada, apacible y discreta.

Como no hay cosas que le sorprendan, desde su inmenso corazón oscuro, las abraza a todas.




10 Marzo 2008
© Acuario 2009

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