sábado, 5 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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El dia entabla su comienzo, modulado y grisáceo. Nada de alaridos estentóreos de luminosidad apenas iniciada la alborada.

Un mar de nubes recorre el firmamento sobre las aguas removidas y arrebatadas por un oleaje que el viento de levante empieza a impulsar sobre la vacía playa.

Hay que abrigarse, sin sol y con fuerte ventisca, hace frío. En la calle hoy se evita el paseo cerca de la orilla. Los escasos viandantes caminan con acelerado impulso.

Pertrechado de un grueso chaquetón, respiro el aire marino con delicia, pese a soportar el embate de la baja temperatura del ventarrón creciente.

Una merluza de pincho, y algunas almejas, me traigo para hacer una humeante sopa, apetecible en esta mañana lanzada sin reparos hacia un invierno que habíamos olvidado desde hace días. Mientras tanto se prepara, las habituales ocupaciones, y un buen vaso de vino tinto, hacen una agradable espera.

La tortuga no encuentra el calor y la luz tras el ventanal, y a poco decide volver a buscar su escondrijo, con su paso lento y parsimonioso, pero decidida y tenaz.

El centro de la ciudad, a la hora en que lo recorro, pasado el mediodía, calmoso y un punto solitario, recibe aledaños del puerto el empuje de la fuerte corriente aérea. Al volver ciertas esquinas se precisa determinacion y obstinado esfuerzo. En el trabajo, tras el ventanal a mi espalda, se siente pasar susurrando y murmurando el ya intenso vendaval. Hace falta caldear el ambiente, y para ello el calefactor que escondo tras los libros me viene que ni pintado. Cuando termino, justo a mi hora, la tarde principia a decaer.

Unas compras, una libreta y unas naranjas dulces en una frutería generosamente abastecida con frutas tanto de temporada como de verano, hasta cerezas veo a la venta, grandes, rojas, brillantes, enzarzadas unas con otras en su caja.

Cuando la noche oscurece, el mar levantando blancas espúmas intenta, sin conseguirlo del todo, romper la negrura creciente. Sólo levemente entre las sombras, zarandeadas por el bramido sordo de las olas, pueden escasamente percibirse los níveos borbollones de la rompiente marina.

Las nubes han dejado hoy ocultas detrás suya a las tímidas estrellas.




25 Enero 2008
© Acuario 2009

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