jueves, 10 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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Agitado y turbulento panorama de nubes, bajo él, una escena de blancas espumas que acuden alborotadas, sacudidas por el incesante viento, desde una mar de confusos azules y opacos grises.

Apenas hay en la calle peatones madrugadores, salvo alguno esperando en la parada del autobús tras la mampara, protegiéndose de la acometida del aire y del frío.

Los semáforos ordenan pertinaces con su luces un inexistente tráfico.

En la única e inmensa nave del templo, de nueva factura, ladrillo y apenas nada más que una alta e inacabable cruz en el presbiterio, algunos fieles esperan el comienzo de la celebración dominical. Las tentaciones de Jesús en el desierto, es el evangelio que se proclama en la liturgia de hoy. En la primera de ellas: "Si eres Hijo de Dios, di que esas piedras se conviertan en pan", la respuesta es encomiable: No solo de pan vive el hombre.....

Por el parque a media mañana, la afluencia de personas va aumentando. Las plantas esperan pacientes algún riego, que el inclemente y seco febrero les niega. Las escasas palomas rebullen entre los setos, pocos niños en los columpios juegan.

La tarta encargada, Sacher, es meticulosamente introducida en una caja, en la pastelería hay animación y desayunos en las mesas interiores. Fuera, en la calle, barrida por el levante, algunos músicos intentan calentarse inútilmente tocando sus instrumentos.

Vuelvo pasando cerca de la catedral, a traves del casco antiguo de la ciudad, y enfilo de nuevo los arbolados caminos aledaños del puerto. Las banderolas en los mástiles de los buques atracados se mueven y flamean inquietas. En la rada del puerto las aguas consiguen un respiro, fatigadas descansan por fin allí sin oleaje.

La tarde, con una luz levemente melancólica, con el continuo estrépito rumoroso de las olas rompiendo en la playa.

En la reunión familiar alrededor del pastel y sus velas encendidas, se ríe alegremente, mientras el perro nos mira a todos.

Entre tanto, el crepúsculo se agota en sombras, y lleva de la mano a una noche despistada, que no se acordaba de acudir a su cita. Quizá ha prolongado demasiado su siesta, y medio dormida aún, se ha olvidado de traer a las estrellas. Las nubes fruncen el ceño enfurruñadas, esperaban jugar al escondite con ellas.




10 Febrero 2008
© Acuario 2009

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