sábado, 12 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

SEPTIEMBRE 12 Sábado


El día no sabe como iniciarse, no encuentra ni una nube en la que tomar impulso, no hay apenas viento, y no confía en el mar oscilando con cierto desmayo y entregado a unas olas lentas y calmosas.

La orilla se deshace en una turbidez blanquecina, opalescente y ámbar.

Sólo el sol gana aliento y remonta veloz su vuelo buscando reconstituir la dorada acrobacia que arbola y pivota su egregio destino.

Al ser día no laborable, la desamparada y ayer casi solitaria playa recibe una afluencia considerable y animada. Con feliz desenvoltura de nuevo se viste de vivos colores, de sombrillas y toallas.

La gente ocupa su ocio y su tiempo bajo la soleada mañana con la secreta esperanza de que nunca concluya.

Como hay que hacer compra para dos días, el carrito de compra rebosa de agua, bebidas, zumos, algunas frutas y verduras, un pan enorme y algo de pescado, dos caballas, que en el norte llaman verdeles. Me tengo que tomar con calma el camino de vuelta de la tienda de abarrotes, que un tanto pretenciosamente se pretende llamar ahora supermercado, antes colmado, abacería o mercado de abastos.

En el paseo marítimo, las bicicletas, corredores y patinadores, y los simples caminantes forman un variopinto tapiz inquieto y eternamente móvil. Bajo el sol, aunque sin demasiado calor, nadie está quieto un momento.

Con el mediodía tomo una copa de vino blanco, amontillado, mientras bajo el gratinador se van haciendo las caballas a su aire y sin prisa, ya compradas limpias, solo con un poco de aceite de oliva por encima.

Almorzar y sestear. Nada más completo. Cuando la tarde ya iniciada me regala su luz declinando, su brisa de poniente, el mar ha vuelto a ser mediterráneo sin olas apenas.

Una extensa y frágil, blanquecina nube ocupa el cenit del firmamento, mientras el sol llena de matices dorados a las blancas gaviotas que flotan en grupos sobre las aguas quietas.

Agobiado tanto como yo con el carrito de la compra, asoma por la bahía un carguero tan sobremanera repleto de contenedores, que antes de zozobrar, - tal parece -, intenta con la lengua fuera llegar a puerto.




© Acuario 2009

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