sábado, 26 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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Con luminosa y resuelta claridad, el día inicia su recorrido. Pese a ello, el aire es fresco a primeras horas de la mañana, aunque no hay viento. Tras la abundante precipitación caída ayer, la tromba sobre los cauces y torrenteras ha arrojado al mar cañas, troncos, ramas, que ahora sumidos en triste aglomeración descansan como revoltijo caprichoso, en la playa, sobre la arena en la orilla

En este comienzo matinal el sol es agradable. La población callejera felina disfruta cálidamente tendida en la hierba mientras me espera. En la calle vacía pero llena de sol paseamos King y yo, buscando los lugares más recogidos y tibios, los parterres más soleados. Un cafe caliente cuando vuelvo me anima y me resuelve a continuar caminando un rato más seguido aún.

Piratilla está de nuevo en su escondrijo, pero éste hay que limpiarlo un poco de las hojas que la corriente del canalón ha llenado con la tormenta pasada. Incluso el agua se ha llevado uno de los cuencos, el de la comida, pero rehago un poco el desorden encontrado en breves momentos. Le doy un cepillado con un cepillo flexible que encontré en la arena y que escondo entre las piedras, el pelo que así le saco pasándoselo son bolas enormes que vuelan al aire marino


Acabo la biografía de Fernando VII, y reviso la de Godoy, en la hora de la siesta, que tardo en conciliar pero la música termina por entregarme al sueño reparador.

Cuando despierto, una vuelta a la última luz de la tarde, todavía ligeramente caldeada, pero que con parsimonia va cediendo su lugar a la noche incipiente. La luna se asoma por el este, remontando apenas el horizonte. Sobre la línea del mar, muestra su cara cobriza, enrojecida, sanguina. Ha venido antes que las estrellas, sólo las luces de la costa y algunas en el agua la circundan.

A la luna, como la noche todavía no ha llegado, únicamente la soledad le acompaña.



21 Marzo 2008
© Acuario 2009

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