miércoles, 30 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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La juguetona noche se ha traído un caprichoso viento de levante, nervioso, lleno de susurros, que da empujones en las esquinas al que pasa sin precaverse. Con la ventisca la noche se ha puesto a jugar al escondite. Entre las farolas cimbreantes, bajo las palmeras que cabecean dormidas, las luces y las sombras sobre el paseo se agitan incesantes, los viandantes se arrebujan en el poco abrigo que se echaron encima.

Es la hora de rememorar una mañana que se anuncia con un sol resuelto, bajo un cielo descubierto, vacío, solitario azul pálido. El cerrajero fue puntual, trabaja rápido, ayudado de su destornillador electrico quita y pone una nueva cerradura en un santiamén. Apenas media hora más tarde de lo habitual, y ya estoy andando a la orilla de la playa, en breve, llego a divisar a la Piratilla, esperando a la puerta de su covachuela, algo impaciente y con hambre quizá. Viene a saludarme afectuosa, hecha un mullido almohadon, esponjada y feliz al verme. La saludo con una caricia y a continución corre dando saltitos, retozando contenta. Le dejo su comida a buen recaudo y con la compra termino esas primeras horas de la mañana.

Como estamos solos al mediodía, mi compañera me pide la invite a comer espetos, bueno, me digo, a eso me apunto siempre. Tras una ducha, me instalo a leer un rato, escuchando música, en la cama, y consigo dormir una pequeña canóniga. Son ya pasadas las doce largas, cuando nos instalamos bajo un cañizo, ante una mesa, en el chiringuito Tropicana, de pretencioso nombre, pero cuyos espetos si pueden presumir de nota. Un enorme tronco de encina arde lentamente, con volutas de humo azules y esporádicas, ante él, varias cañas con sardinas ensartadas, asándose sin prisa. Se añaden a ellas, una ensalada de pimientos y unas cervezas.

El mar se inunda de la luz del mediodia, la arena se caldea, la brisa juega con la humareda, el tiempo pasa sin prisa.

Por la tarde, el trabajo se hace también sin apresuramiento y al salir, la tarde está llena de claridad. La hora oficial cambiada, engaña, es realmente una hora antes.

Por el paseo del parque, escaso tráfico, algún deportista corriendo y llego ya sin darme cuenta a casa. Poco más, me preparo un té, mientras escucho a Haendel, Tamerlano.

El torbellino de levante, el temporal, sisea escondido como puede entre las nocturnas sombras.



1 Abril 2008
© Acuario 2009

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