miércoles, 30 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

SEPTIEMBRE 30 Miércoles



La tormenta ha caído sorpresiva y ruidosa sobre las pobres pertenencias de la solitaria madrugada que ya se iba. La lluvia con su telegráfico mensaje de intermitente rumor de goterones me ha regalado su misterio en los espacios ocultos aún sin abrir de mis sueños. ¿ Qué deseaba decirme la lluvia ?

La calle, la playa, amanecen chorreando, caudalosas en charcos, esperando al sol entretenido en el horizonte tras unas nubes que ya se van en retirada.

A poco todo el cielo está limpio y abierto. Desciende de su carro de fuego el astro del día y pone el calor de su pié sobre las arenas silenciosas y las palmeras empapadas y húmedas. La firma de sus reflejos en los charcos lo atestigua, el sol ha venido.

Cuando me levanto, temprano, no hay nada especial en el ordenador, pasado un rato, leo un mensaje. Como mil banderas de oración al aire, como mil destellos, como mil suras... mil caminos escritos para solo transitar la respuesta por uno. Ofrendo el sello y la cifra de mi amistad a quien siempre la tuvo.

La caminata inicial del día es más bien sobrevolando el sendero. A mi lado el mar se extiende en suaves murmullos por la orilla, a la que la luz del sol regala incesantes centelleos.

Con el mediodía el agua se engalana de rios de cobaltos y oscuros azules en la distancia, y delicada turquesa iluminada y viva, alhajada con el blanco ópalo de las espumas cortejando a la playa. Hay toda una variada constelación de exuberantes nimbos, animados e inquietos, sobre las inmóviles montañas que enmarcan la bahía.

Cuando vuelvo del trabajo por la tarde, la vegetación del parque, ya seca del agua caída, luce un aspecto transformado, respira de forma diferente, gozosa.

La luna solo logra asomarse un momento en el crepúsculo, con diligencia la bóveda del firmamento se cubre de un manto nuboso que llama en silencioso clamor a la noche.

Sobre las aguas, los iluminados navíos semejan estáticos espectros nocturnos.




© Acuario 2009

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