AGOSTO 19 Miércoles
Con un cielo completo y redondo, sin una nube, la mañana se abre pausadamente.
El viento hoy no ha encontrado a su paso sobre las aguas de Alborán la abundante dimensión detenida de bruma y humedad que días pasados traía consigo. Sin darse prisa, acude desde el sur, ecuatorial y ardoroso regalo.
En su cálida confluencia el firmamento se dilata sin límites, se agranda buscando un diáfano azul lleno de tersura y transparencia.
Las sombrillas comienzan a prestar alegremente sus diversos colores a la arena.
En indistinto azar dibujan con viveza y luminosidad una orilla de múltiples tonalidades.
Mientras la mañana recupera su curso y todo acaece lentamente ante el mar, éste exhibe orgulloso su belleza de líquida esmeralda, bañada de móviles y azules pinceladas que el cielo le regala. Por toda la ensenada extiende su verdiazul superficie, con exiguo y tembloroso celaje, aleteando de vida.
El mediodía estalla de luz incontenible.
En la distancia, el horizonte impreciso desdibuja con un velo, azulado e imperceptible, los perfiles inmóviles de los navíos anclados y detenidos.
La tarde es única y dichosa. La brisa ha rolado a poniente, comienza a ser refrescante.
Sobre las aguas quietas un balandro, una pequeña vela, que intenta ganar barlovento. Un carguero lleno de contenedores de variado cromatismo, y un petrolero sesteando, lo observan en su faena. Hay diversas embarcaciones a motor pequeñas, que navegan en distintos sentidos sobre la bahía, dejando un efímero surco sobre el agua.
Los bañistas parecen agotados de tanto ocio.
© Acuario 2009
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