viernes, 4 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

AGOSTO 17 Lunes



Con alguna nubosidad imprecisa, nubes escasas y blancuzcas, de perfiles desaparecidos, la mañana parece anunciarse pese a todo soleada.
Pero el viento, poniente de componente sur, húmedo y cálido, está decididamente atareado en traer un velo de vapor indefinido y confuso a la atmósfera.

El cielo se hace, quiere ser, blanquecino.
El sol llega tamizado, su luminosa vivacidad decae y se hace dorada evanescencia, amarillenta mirada.

Hoy tras dos días festivos, las calles vacías han recuperado su actividad, el denso tráfico, los peatones, y hasta diría que las casas.

Todo se mueve, palpita, corre, agita.
El laborioso dinamismo se me insufla misteriosamente, y quizá por haberme levantado algo tarde, me apremio sin darme cuenta a caminar con cierta prisa.

En el litoral sin embargo la calma está instalada bajo este sol de insegura languidez, de mitigada presencia.

El mar es de oleaje levemente expresivo, cobalto líquido inquieto. Estremecido de cálidos deseos, aún hoy también tibio.

Con el acogedor mediodía, animado por el vivo empuje de la brisa, me instalo en la deificante inacción.

Ociosamente dejo trascurrir la amable tarde mientras el aire acude desde el cercano sur con sedosidad fluida.

Las palomas sobrevuelan la playa en grupos o parejas, también alguna bandada.
Alrededor de las duchas, buscan el agua, y si encuentran un charco, algunas deleitosamente se bañan.

La sutil incógnita cifrada del tiempo es hoy un incesante obsequio, una inestimable y oculta ofrenda.



© Acuario 2009

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