viernes, 4 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

ÁGOSTO 16 Domingo



El viento ligero y húmedo, poniente, ha encontrado comenzada la mañana y a los bañistas ocupando sus toallas, bajo sus sombrillas. No quieren perderse un minuto de sol, avizoran el horizonte, pasean de un lado a otro por la orilla, por la arena, saludándose, entablando conversación. Desocupados de problemas y trabajos, ocupan su ocio y sus tumbonas fruiciosamente.

Las calles son más grandes y vacías sin el tráfico diario, los festivos la ciudad parece haberse ensanchado. Las palmeras y los árboles a veces se sienten solos en las despobladas avenidas de los domingos. La única actividad está concentrada ante los cafés, en las terrazas donde la gente desayuna y lee la prensa escrita con una calma infinita. Paseando a su amo, algún perro feliz olisquea las esquinas.

En mi camino, ya mediada la mañana, encuentro al sol crecido y rumorosa a la brisa. En la playa los chiringuitos apresuran las faenas, aceleran los preparativos, encienden los fuegos y extienden manteles y mesas.

El agua especialmente tibia, acogedora, algo movida, de un turquesa blanquecino en la rompiente de las olas, verde opaco luego más adentro.

La tarde es un ensueño dorado, se desliza suavemente en los brazos del tiempo, mientras el aire la mece con sedosa ternura.

En la bahía anclados, hay dos cargueros sobreabundantes de contenedores. Apenas hay espacio para mirar por encima de ellos desde el puente de mando. ¿Otearán de puntillas?

Cuando la noche extiende su sueño de sombras, la tarde se hace aún más tierna y delicada.
Pareciera una exquisita amante despidiéndose con un abrazo lleno de dulzura.



© Acuario 2009

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