martes, 1 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

JULIO 29 Miércoles


Aún no ha amanecido, una misma luminosidad, un mismo ámbar celeste y fluído baña el estático mar y el cielo translúcido, la atmósfera cercana a la superficie de aguas y tierra es un pálido velo ligero de lechosa humedad suspendida.

La hora inicial del alba es el imperio sonoro de las aves. El silencio, también él dormido, comienza a despertar con los agudos chillidos de los incansables vencejos, de las golondrinas en constante vuelo. Los gorriones puntean sus trinos mientras se silban unos a otros los mirlos ocultos bajo las palmeras. Las enormes gaviotas ocupan y asaltan la playa mientras las palomas vuelan de una a otra fachada, y desde cualquier lugar dejan oir su incesante arrullo.

La bandera de los socorristas ha sido izada hoy de tres colores distintos.

Al principio, con ligera neblina, color amarillo, luego, al mediodía, casi por sorpresa, la niebla se ha cerrado. Su mágica opalescencia ha cubierto con su blanco velo el puerto, los edificios, la playa y ha inventado míticas transparencias con el perfil desdibujado de las palmeras, aliviando el calor y trayendo un aire fresco y empapado sobre los bañistas desaparecidos en la orilla.

Todos estos imprevistos cambios, asimismo han trocado, a juicio de los socorristas, el color de la banderola, esta vez roja.

Sin visibilidad deben pensar que nadar entre la niebla conlleva el riesgo de terminar en África.

Pero sólo ha pasado una hora, y el sol ha ganado, completo, victorioso y tenaz, su entera presencia. Asi pues en consecuencia, cambio de enseña, baño sin problemas, verde divisa ahora finalmente.

A la vuelta del trabajo, escaso, la tarde es un agradable ensueño.

La brisa ligera y refrescante, la luz apaciguada, el horizonte vencido por el impreciso abrazo del cielo y la mar en una sola luminiscencia azulada, que la lenta alquimia de las horas finales del día, transmuta en plata líquida paulatinamente.

Sobre las aguas, un alegre y pequeño balandro navegando despacio a la vela, que deja una estela de azules y mínimas olas.

Una fugaz quimera malva y violeta toma por sorpresa el crepúsculo silenciosamente. Sólo de vez en cuando el mar exhala un apagado gemido en la orilla. El día termina.



© Acuario 2009

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