miércoles, 2 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

AGOSTO 3 Lunes


Una joven luna de marfil nace con el final de la tarde.
Casi tocando el horizonte, herida sobre las aguas, dejando caer miles de estrellas rientes que vivaquean con jubilosa inquietud en la incipiente opacidad oceánica.
Y como dueña solitaria de sus celestes luceros, ella, cuando la noche se adentra en su eclipse de oscuridad iluminada, va caminando y sometiendo, bajo una profundidad de nocturna tiniebla sin sueño, a la mar apagada y quieta.

El cielo tiene un matiz azulado e infinito, mientras sobre la bahía sobrevuelan incesantes con sus guiños las intermitentes señales lumínicas de los aviones, como estrellas fugaces atravesando un océano de sombras.

Desde el abierto espacio de su soledad inmensurable, el mar recupera su ternura.
Gime con insólito y apagado rumor en la orilla, bajo la luz de esclarecida plata vieja de la única joya de la noche.

La ciudad es sólo un inmenso tapiz de brillos, reflejos, fulgores, destellos sobre el negro azogue del espejo que la ensenada marina le brinda, y con el que se acicala, aún todavía despierta.

En los extremos de los diques, somnolientas balizas que parpadean. La ensenada del puerto resplandece sobre el invisible frontispicio de la incontenible negrura marina.

Hoy no se ven barcos de pesca, el horizonte definitivamente perdido. Solo algún navío, lento y cansado, sigue su rumbo señalando con su iluminaria la oculta línea del confín de cielo y aguas.

La madrugada es inexperta, su radiante belleza conmovedora y silenciosa no tiene límites que la detengan. Su risa es abierta, declarada, entera.

Cuando se apagan y cierran los últimos ruidos, la madrugada calladamente sueña.



.© Acuario 2009

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