viernes, 4 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

AGOSTO 14 Viernes



Es de noche.
En la rada de la bahía, cercana a la orilla, cuento hasta una centena de balandros y pequeñas embarcaciones. Sus abigarradas luces, blancas, rojas, verdes, se balancean levemente con el escaso oleaje nocturno de la mar calmada y quieta.

Sobre las negras aguas se destacan como inusuales estrellas, aberrantes meteoros que se hubieran descolgado desde la oscura bóveda del cielo para tomar un baño.

La playa en toda su extensión repleta de una multitud expectante y ruidosa que asiste feliz al comienzo de la Feria. Encima de la arena, instalados y funcionando sin descanso, dos docenas de surtidores de cerveza, encendiendo los deseos del abundante gentío, y apagando su copiosa sed incesantemente.

Esperan la atronadora cascada de fuegos artificiales, al entorno de la medianoche.

Todos ante un escenario iluminado y enorme que vomita sonido a todo trapo, que los embriaga, y ya algunos además lo están, con el volumen de las canciones, rítmicas, sobreabundantes de golpes de batería y contundentes y profundos decibelios.

Se suspende la música.

Y luchando para hacerse oír pese a la ruidosa algazara, el alcalde de la ciudad arenga desde los micrófonos a la muchedumbre, con un discurso en el que vocifera y aúlla algunas palabras, entre ellas el nombre de la ciudad. Cuando éste se oye, el griterío es entonces ensordecedor.

Ya son las doce, comienzan más ruidos y luces. Pólvora y sonido.

Desde la extremidad última de los muelles, asciende la cohetería ilimitada, su paleta de colores se refleja en el oscuro espejo de las aguas.

Todo el mundo se siente dichoso.

La madrugada abrirá a todos sus brazos, el tiempo se detendrá para que jamás la noche concluya, para que nunca cese la fiesta.

La brisa serena, de poniente, silenciosa pasa.
Ella es hoy la única que calla.



© Acuario 2009

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