jueves, 3 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

AGOSTO 6 Jueves



El dia es descomunal.

Un cielo completo, inabarcable azul, limpio, vacío e infinito, redondo e inmenso, sobre el mar.
Las aguas turquesas, mecidas por una brisa fresca y suave de poniente, con estremecido oleaje mínimo y danzarín.

La ciudad descansando de brumas y calimas, activa y riente, ensimismada en sus tareas, entretenida en sus labores y deseos.

En la playa, el murmullo alegre de risas y gritos de chiquillería gozosa y feliz, jugando en la arena, en la orilla.

Cuando vuelvo del paseo, me quedo un rato en la casa, mientras tomo un descanso y una fría cerveza.
Entra tanto, el aire marino juega por su cuenta con las persianas, se entra por donde quiere, curioso y vivaz, distinto y único.

A mediodía acudo a bañarme un rato, y me recibe el Mediterráneo, el mar de una sola orilla, con la ofrenda de una tibia dimensión líquida, acogedora. Apenas un ligero temblor aleteando en la superficie abierta de las aguas. En la arena, el inmenso abrazo de calor y luz deslumbrante en el que se sumergen abandonados los turistas.

La tarde no tiene comienzo, es la plena continuidad única de la mañana. Se desliza entre los pliegues flexibles y sosegados del viento dócil y apacible.

Sin límites precisos, la tarde toma caminos inexplorados, busca la extensión completa de sus desconocidos espacios e imagina infinito al tiempo. Pero éste ha puesto límites insalvables a su ensoñación apasionada y entusiasta.

Al final, acude un manto de plata líquida sobre la azul superficie de la mar abstraída y ensimismada.

Se inicia el crepúsculo.

Calladamente, la luna aguarda.



© Acuario 2009

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