martes, 1 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

JULIO 27 Lunes


Hasta el final de la tarde no cede el calor. El viento liviano e insustancial ha sido incapaz de mantener una temperatura satisfactoria. El día, desde su inicio, se ha visto envuelto en la desbordante humedad, que cada vez más la ígnea y ardorosa presencia del sol consigue del mar abrumado y vencido.

Sin nubes, el firmamento palidece, no obstante, envuelto en la invisible y profusa evaporación.
En la distancia los límites se desdibujan, se borran los perfiles del horizonte y los navíos tienen un trazo débil e impreciso.

Pero son las últimas horas de luz las que dejan respirar a la ciudad, a la vida en sus calles. Sobre la superficie de las aguas, su cobalto azul y oscuro, tiene también pinceladas más iluminadas, espacios donde se trastocan los reflejos del cielo, donde platean y se esmerilan sus inexistentes olas.

Las plantas en la cercanía de mis ventanas abiertas se mecen en silencio, agradecidas por la brisa.

Todavía hay en la playa algunos bañistas que no quieren abandonar el refugio de su baño, que se resisten a retirarse de la orilla refrescante y rumorosa.

El paseo se anima, las gentes sin prisa mueven de un lado a otro los abigarrados colores de sus ropas veraniegas.
Algunos perros olisquean los parterres, otros corren sueltos por la playa.

La noche se aproxima.
Con ella, bajo la luz amarillenta de las farolas, bajo el cielo iluminado por la ciudad resplandeciente, la actividad comienza.

Los grillos dispuestos a la batalla preparan los crótalos de sus alas.
Un revuelo de mirlos oscuros se esconde presuroso entre las palmeras.


El corazón de las sombras, siempre esclarecido por el eterno juego humano del deseo, espera.




© Acuario 2009

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