martes, 1 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

JULIO 26 Domingo



Húmeda y móvil, la noche ha cabalgado incesante a lomos del viento, levante fresco y rumoroso, que al frisar el alba amainóse.

En la completa extensión celeste, un huidizo tapiz de nubes bajas, algodonosas y marfileñas, como inquieta y aérea marisma, que el crepúsculo acaricia y colorea, que pasa lenta y cansada sobre la ciudad callada e inerte.

Con la abundante bruma, los montes amanecen sumisos, perdidos.
El exhausto empuje del aire se detiene finalmente.

La mar totalmente adormecida.

Ambos integrados, el océano y el cielo, unidos en un mismo níveo sueño opalescente y blanquecino. El horizonte ha desaparecido en la invisible lejanía, donde los navíos se ocultan, silenciosos y quietos.

La luz se adueña, sorpresiva hoy, de una cualidad de filtrada luminiscencia.
Deliciosa y tierna, levemente teñida de color crema.

La bahía se mece con desgana, el rumor de la rompiente está desdibujado, muge sordamente, de tiempo en tiempo, apagado, extinguido casi.

En la playa, hasta las voces se suspenden. La muchedumbre está acallada por la generosa nebulosidad. Se diría que los niños gritan hoy bajito.

Las horas de la tarde se inundan de una empapada calma, única, fluída y extensa.
Todo respira al unísono en su luz y en su sombra.

La tarde, placentera y dichosa, bosteza.




© Acuario 2009

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