viernes, 4 de septiembre de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO

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Con las primeras luces del día me levanto, con un ojo abierto y otro medio cerrado, mientras procuro vestirme con diligencia.

Tras la escucha de las noticias en la radio y de tomar un ligero tentempié, armado de las llaves necesarias, además del mando a distancia del garaje y alguna lata de comida para la Pitufa y banda felina, - por si me la encuentro en el camino - , salgo con más o menos premura para llevar al mecánico el coche que precisa ajustes y dos o tres reparaciones menores. Nuestro hombre es todavía joven, un punto inquieto, habla rápido, mirada con luces de perspicacia, un tanto falto de la contención necesaria en las formas y alguna vez en los tonos al hablar, pero hasta ahora ha cumplido los encargos que le he ido llevando con eficacia satisfactoria. Eludo plantear otra cosa que el arreglo necesario y dejo de escuchar o ver nada más.

Al volver paso por el surtidor de euros, la sucursal bancaria, justo en el momento en que se rueda una escena del más digno oeste, pistolas en ristre casi, con la mano en la petaca del armamento, los empleados de seguridad uniformados trasladan dos bolsas de dinero a un furgón aparcado a la puerta con el motor en marcha. Sólo el cajero y ellos en una oficina vacía de clientes. ¿Qué? ¿ Se puede atracar ya ahora ?

Solo uno de ellos me sigue la broma, entretanto, recojo mi efectivo y reanudo la diaria actividad habitual, paseo marítimo andando para arriba, la lista de la compra en el bolsillo, no es cuestión de olvidar ninguna de las necesidades caseras.

La mañana dispone de un cierto velo de bruma, que la hace más relajada, más fácil para andar.

A la vuelta una sardina pequeña, fácil de comer con pocas espinas, una manolita, que le dicen aquí, hace las delicias de mi gata viejita, soñolienta al sol, a esa hora ya más resuelto y decidido. Menos la cabeza, comiéndose el resto, de la sardina, la dejo entregada alegremente a su delectación favorita.

Con las primeras horas de la tarde, un ligero poniente refresca el ambiente soleado mientras recorro el camino hacia el trabajo. Hoy más escaso, me permite volver pronto.

Me paso por el taller de vehículos a recoger el presupuesto ajustado. Parece que la jornada ha ido resolviendo las inquietas cuestiones que ocupaban las ideas de nuestro mecánico, con menos impaciencias me hace la suma, con la que llegamos a nuestro acuerdo.

Amistosamente, ya en casa, la radio me ofrece un rato de música.

Un té, y la noche acude silenciosa a mi lado, sin palabras.




22 Enero 2008
© Acuario 2009

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