miércoles, 2 de septiembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

JULIO 31 Viernes


Blandas y esponjosas nubes desdibujan la mañana. Su tibia luminosidad filtrada desciende sobre la playa, sobre la ciudad impertérrita e incansable. Bajo esa luz turbia, en esa leve opalescencia, los bañistas parecen desilusionados. Hay una intensa humedad cálida señoreándolo todo, haciendo suya la atmósfera.

El viento inapreciable, desmayado, vacilante, confundido e indeciso, espera.

Mientras camino , frisando la media mañana, el sol consigue abrirse un hueco, que con declarada insistencia, va agrandando. El día se despeja. El calor lo inunda todo, aliado con la alta saturación acuosa del aire, hoy quiere ser, voluntad no le falta, un respetable protagonista del verano.

Pese a todo, asombrosamente, a nadie parece importarle. Más o menos aguachinados por la transpiración inevitable, los ciudadanos van y vienen de sus asuntos y a sus cosas. Los veraneantes en la orilla, próximos al fresco respiro que les supone el agua, ellos sí, con sol y calor, ahora disfrutan.

El mar, cada vez más atemperado, cálido casi. En su superficie los colores del cielo, satinados en franjas imprevistas, sin olas.

La luz es un inmenso océano indescriptible.

Hoy la tarde se despliega en su toda su magnitud, lenta, adormecida, húmeda y calinosa. La difracción lumínica sobre el horizonte brumal, provee a éste de una franja aérea, especie de arco iris difuminado, desde el violeta abajo, hasta el amarillo pálido arriba.

Un ligero poniente, y el cielo azul blanquecino. Ambos se abrazan con delicado sosiego.

Sale de la bocana del puerto el lanchón del práctico, para ayudar en las maniobras de atraque a un repleto carguero, que avanza despacio.

En la lejanía no se sabe dónde está el mar, dónde el firmamento. Se han fundido cielo y agua en un solo mirífico piélago.



.© Acuario 2009

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