lunes, 24 de agosto de 2009

VARIACIONES SOBRE UN MISMO TEMA

Dispuesta a demostrar a todo el mundo que con ella no se jugaba, pronunció su veredicto: ojo por ojo.

No le costó ningún esfuerzo.

Eligió a un ayudante de su marido, mucho más joven que él, con una carrera prometedora y que no hacía demasiado tiempo que se había integrado en el grupo de amigos. Aunque el pacto tácito entre ellos fue la discreción, era algo que no entraba en las cuentas de Susana.

Si le resultó fácil conseguir la cita pretendida, para divulgarla le bastaron un par de llamadas.

Después de hacerlas, respiró satisfecha. Ahora ya sabrían todos que nunca se dejaría humillar. Para sentirse compensada, solo le faltaba ver la cara de su marido y que se atreviera a pedirle explicaciones.

Nunca tuvo esa satisfacción. Para su sorpresa, lo único que recibió fue una notificación de demanda de divorcio; y, lo peor, antes de que se diera cuenta, se había dictado también la sentencia. Su Señoría declaraba que no procedía otorgarle a la demandada ningún bien o derecho.

Con la misma rapidez que había sido acogida por el entorno de su marido, se le cerraron las puertas.

Volvió a casa de sus padres. Pero nada era igual que antes. Lo que fueron mimos se convirtió en permanentes caras largas y reproches. Su familia desaprobaba su conducta, en especial, que hubiera dado publicidad a su aventura y, con ello, provocado el divorcio.

Para no verlos ni oírlos, pasaba el día en su habitación fingiéndose dormida y por las noches salía.
En los bares que solía frecuentar, era fácil encontrar algún viejo que, a cambio de manosearla, le pagara unas copas.

Poco a poco, la situación fue empeorando. Sus hermanos le exigieron que buscara una fuente de ingresos, ya que ellos no estaban dispuestos a hacer frente a sus gastos.

¿Qué fuente de ingresos? Preguntaba ella.

¿Acaso pretendían que buscara un trabajo en una fábrica, en un supermercado o limpiando?

¿Ella, que había tenido servicio doméstico, chófer y podía contar con secretario cada vez que lo necesitaba para organizar cualquier evento?

Con el tiempo, el número de copas que necesitaba para huir de su presente fue incrementándose. Con el tiempo, su aspecto se deterioraba a la velocidad del rayo. Con el tiempo, terminó cambiando un rato de amnesia por lo que quisieran pedirle, en bares de mala muerte.

Una mañana, al volver a casa de sus padres, en condiciones pésimas, encontró que sus hermanos le impedían el paso. Le pusieron una maleta con cuatro cosas en la mano y le advirtieron que no volviera por allí. Había manchado el nombre de la familia.

Esa mañana fue la primera vez que, exhausta, durmió en un banco del parque. Dejó la maleta en el suelo, se arrebujó en su chaqueta y cerró los párpados con fuerza y rápidamente.

Aún así, no pudo evitar que dos gruesas lágrimas rodaran por sus mejillas.



© Ofelia 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario