lunes, 31 de agosto de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

JULIO 23 Jueves



Los goznes del crepúsculo ceden ante el agostado viento del noroeste, se abren al reseco y consumido viento originado en el interior de la comarca tras la ciudad. La mañana gana claridad y transparencia, el sol invicto franquea incontenible con su lanza de luz el derrocado horizonte. La líquida refulgencia solar se apodera de la inútil oscuridad que la noche ha ido dejando en su errante camino.

La incesante actividad humana contrasta con el inmóvil manto oceánico. Sus ojos de cobalto oscuro y ligeramente plomizo en la lejanía, toman, cerca de la orilla callada y quieta, una mirada llena de ámbar tenue que imagina ser pálida esmeralda.

El verano es dueño y señor de todas las horas del día. Asoma riente entre los edificios cansados de soportar el peso del calor, se enreda con la brisa en las ramas de los arboles que una vez conocieron la lluvia. El verano desnuda los cuerpos de artificios y hace perfectas todas las sombras.

El mediodía me encuentra enfrascado con el ordenador, instalando programas, buscando la seguridad en la navegación por la red. Pero a través de las ventanas abiertas, alborozado, el viento cambia. Un poniente indeciso primero y resuelto después logra aliviar el calor creciente en la playa. El mar se estremece con débiles olas de sumiso placer. La superficie marina vibra suavemente mecida.

Esperando a la tarde cierro mis líneas, aguardo a la noche hoy probablemente estrellada y límpida. Diáfana oscuridad, ayer sin senderos para la luna, que confía renacer y recuperar su trono de luceros incontables.

Desde su astral escondite, mientras tanto, ilusionada, duerme y sueña.




© Acuario 2009

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