martes, 18 de agosto de 2009

VARIACIONES SOBRE UN MISMO TEMA

A las 6,30 de la mañana el termómetro debía rondar los 22º. Una temperatura ideal para, tras una noche de calor, echarse la sábana por encima, darse media vuelta y seguir durmiendo.

Y eso he hecho, ni más ni menos, a pesar de las protestas del despertador.

Eran ya las 7 cuando algún fantasma amigo me ha sobresaltado, haciéndome despertar; sobresalto que ha aumentado cuando he visto la hora que era.

Una ducha rápida, un café instantáneo y sin pensarlo más, he salido corriendo hacia el ascensor.

Al llegar a la planta baja, he divisado al portero suplente que se afanaba en la limpieza de la entrada. Temiendo que su amabilidad me hiciera perder más tiempo, me he escurrido hasta la calle, ocultándome tras el quiosco exterior.

Avergonzada por la maniobra que acababa de llevar a cabo, impropia de una persona adulta, he apretado el paso calle abajo, examinando de reojo mi aspecto en las lunas de los escaparates.

Y ha sido así, reflejada en el cristal, como he vuelto a verla.

Una mujer de edad incalculable, con el pelo enmarañado, cubierta de andrajos y los labios recién pintados de un rojo violento.

Desde el domingo que la vi por primera vez, su imagen y su misterio han estado rondándome. Y, al encontrarla de nuevo, me ha venido a la memoria Pirandello.

Me he girado para mirarla de frente.

Con un gesto mitad desafiante y mitad despectivo parecía reprocharme no haber tenido en cuenta su existencia; haber pasado por alto su historia.

A lo largo de todo el día, no he podido deshacerme de su protesta y su desdén.

Finalmente, he tenido que rendirme y aceptarla como mi personaje en busca de autor.


© Ofelia 2009

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