lunes, 17 de agosto de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO


JUNIO 21 Domingo. 2009



Hoy ha comenzado el verano.

Ya está entrada la mañana y el viento del este no se decide a levantar el vuelo. El calor obliga a buscar la buena sombra para andar carente de incomodidad. El entramado de calles, al otro lado del paseo peatonal que sigue el curso del litoral marino, está todavía sumido en el frescor que ha olvidado con descuido la madrugada al irse. Las travesías urbanas están solitarias, los coches aparcados en ellas desesperan aguardando a sus dueños inútilmente.

Abandonando un momento la afable sombra ciudadana busco la playa a la altura propicia en la que aguarda mi llegada una pequeña gata, Piratilla. Vive entre unas rocas, en un agujero del muro que se levanta soportando una calzada costera. Los salobres vendavales y las calcinantes solanas se desploman ante el sólido contrafuerte de piedra. Con éste asegurado cubículo y un poco de comida que le llevo, ronronea y sueña feliz todo el día.

Estos veraniegos períodos, frecuentes, de desmayada brisa dejan el mar como verdiazul cristal líquido.

Al nadar pareciera que el agua tiene una tibia ternura agradecida. Bajo la superficie, la arena del fondo se deja ver con su dibujo de interminables surcos sobre los que centellean jugando los reflejos del sol, con un celaje móvil de líneas de inquieta y ágil plata

Cuando salgo a la orilla, el socorrista iza una bandera verde en el mástil que informa a los bañistas del escaso oleaje.

Le ofrezco una broma diciéndole: esta es la única bandera ante la que no hay que ponerse firmes.

Con mi comentario sonríe.
Es peruano.


© Acuario 2009

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