miércoles, 19 de agosto de 2009

AEROSTASIA DEL TIEMPO









Haciendo un alto, imposible por otra parte.

La sucesión de los minutos, las horas, los días, ¿quién puede contenerlos?.

Procediendo por lo menos en el ánimo a realizar una parada en el trayecto, a detenerse a un lado de la senda diaria, ¿qué acude a la memoria? ¿qué imágenes ocupan el instante en que se descansa la mirada?

Verano de Sevilla. Recuerdos de infancia.

Bajo el sol, tórrido e infernal, inmisericorde e inexorable de cualquier agosto, de una tarde llena de luz, estallando volcánica y cegadora, en esa dantesca hora de la casi imposible e inexorable siesta, una fila requemada de carrillos de mano. Dos ruedas y una plataforma de madera, dos palos horizontales delante. Todos ellos casi a punto de ignición, pero inamovibles. Desamparados y silenciosos. Pura materia orgánica por algún milagro inconcebible capaz de soportar la carbonización sin inmutarse.

Y sobrevolando el mutismo afónico de la plaza donde colocaron la hilera de carros, de repente, el graznido restelleante, compás que se va abriendo, ruidoso canto de la cigueña, que crotora insólita y tenaz, encaramada sobre la torre árabe o mudéjar, alminar sin otro muecín ahora.

Blaquinegra vigía desde el tiempo y el sueño, centinela en la despoblada rotonda sin viandantes.

Nadie se atreve a arrostrar el ardiente calor inconmensurable, no hay una sombra que desafiante pase. La plaza, las calles, eternamente solitarias bajo el sol dominador implacable.

Cuando termino el trabajo, la compra de un repuesto de la ducha, dos fotocopias, y un fax a enviar. También reviso las tomas que hice con la cámara del móvil. No sin dudas y revueltas en el ordenador, logro adjuntarlas.
Cuando un día sea bueno y propicio, tengo que mejorarlas, me digo y proclamo.

La hermosa edificación alba y bella de la rosa es un insondable misterio.

Toda ella alegría y sonrisa.





© Acuario 2009

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