lunes, 31 de agosto de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

JULIO 21 Martes


La mañana comienza, envuelta en una extensa nubosidad enmarañada, y deja caer con dormida indiferencia, un blanco descuidado y turbio sobre la ciudad.
El sol desorientado no sabe hoy recorrer sus celestes caminos diarios. Las cimas de los montes cercanos se pierden bajo una bruma confusa. El techo de nubes es una lechosa cubierta de cal levemente plomiza e insegura.


Es aún el mediodía, y el cielo se esconde en un velo grisáceo y uniforme, donde asoma inútilmente el azul perdido del firmamento inhábil.

En la calle, en el exterior, la humedad es un hálito caliente que envuelve en sus dedos pegajosos a los inmuebles callados y pacientes. La ciudad acostumbrada a todo, continúa impasible y tenaz debatiéndose en su actividad inevitable.

Pese a todo a media tarde el sol consigue, no sin cierto esfuerzo, iluminar de luces y sombras sus habituales caminos ciudadanos. Mientras tanto, el viento de levante, parsimonioso y con lento, pero resuelto empeño, va llevándose la densidad de la bruma, aferrada a los resquicios del cielo de un derrotado, pálido y titubeante azul.

Con adversa fortuna el astro solar pierde la batalla, desde el mar acuden nuevas oleadas de nebulosa calígine que inundan y vencen a la tarde haciéndola extinguirse en una difuminada unidad blancuzca. El mar ha perdido sus verdiazules reflejos, es una pátina de agua oscura y aturdida.

Solo el levante sonríe, agraciado y feliz.

Pasea con tranquila alegría su errática e ilimitada quimera, y acaricia silencioso los agotados senderos urbanos donde los hombres, un día tras otro, forcejean y sueñan.

El viento no conoce el desánimo en su eterno juego de buscarse a si mismo.




© Acuario 2009

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