domingo, 23 de agosto de 2009

VARIACIONES SOBRE UN MISMO TEMA

Vivió años de vino y rosas.

Salió de su pequeño mundo de barrio periférico. Viajes, fiestas, regalos... Su única ocupación era estar guapa y complacer a su marido.

Su entorno cambió. Ya no estaba rodeada de parejas agobiadas por el pago de la hipoteca con un salario mínimo.

Las esposas de los amigos de su marido la acogieron y pronto supo cuáles eran los restaurantes de moda, los salones de estética que hacían milagros, los bares más chic, las tiendas de la milla de oro en que era imprescindible que la conocieran.

En poco tiempo, su agenda estaba repleta, su lista de gente conocida era interminable.

Los primeros años viajaban solos los dos; en cualquier momento su marido le podía dar una sorpresa. Así, dejó de extrañarle que cambiaran los planes para la cena, porque, a media mañana, él le dijera que esa noche viajarían a Barcelona, para cenar y asistir al Liceo.

Después, durante mucho tiempo, los viajes, las fiestas, las cenas eran de grupo. Se divertían, organizando encuentros con cualquier pretexto. Durante ese tiempo, puesto que los hombres tenían que tratar de asuntos de negocios, ellas, las esposas, iban afianzando sus lazos de amistad.

Y poco a poco, la compañía de su marido había sido sustituida por la de estas mujeres. Pero, ella no se daba cuenta entonces. Era todo tan divertido, estaba tan ocupada...

Un día, en la cafetería del club de golf, vió a su marido tomando el aperitivo acompañado de una chica jovencísima, tendría poco más de veinte años. Se acercó, sorprendida, a su mesa para saludarle.

La situación no dejó lugar a dudas. Eran amantes.

Más que dolor, sintió rabia, incredulidad. ¿Cómo podía hacerle esto a ella?

Entró en un estado prácticamente febril, obsesivo. Ella, que siempre había sido objeto del deseo de cuantos les rodeaban, no podía permitir que la humillara de esa manera y públicamente.

Pensó en cuánto se habrían reído sus amigas; porque no le quedaba la menor duda de que ellas lo sabían.

Se lo confió a su madre. Pero no encontró la respuesta que esperaba. Ella le pidió que no hiciera una montaña de un grano de arena, quiso que recapacitara sobre cómo eran los hombres, le advirtió de que no se le ocurriera echar su matrimonio por la borda por una tontería así y le recordó que ya tenía 35 años, y a esa edad...

Fue la gota que colmó el vaso.


© Ofelia 2009

2 comentarios:

  1. ¡Sensacional leerte! :)

    Y ese conocimiento del mundo femenino es excelente.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Marilú.

    Un verdadero placer recibir tu visita

    ResponderEliminar