lunes, 31 de agosto de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

JULIO 22 Miércoles




Al iniciarse el día el sol recupera su cetro y corona. Su reino dorado y excelso se extiende sin cortapisas, sin nubes traidoras, sin quebrantos ni obstáculos. El cielo galanamente se deja inundar del oro victorioso que nace en silencio sobre la ciudad dormida. La humedad que aún persiste en el aire hace aún más extensa e interminable la gama de amarillos que se extienden en la celeste bóveda.

Como tiene que haber de todo, hoy tenemos martillos neumáticos, enojados, tartajosos y ebrios de ruido para hacernos levantar del lecho huyendo sin demora. Hay obras en la calle, y a las ocho de la madrugada tocan diana en su particular idioma de decibelios sin límite.

Con la ducha se me quitan las ideas asesinas, y el calor del enfado se templa. Inicio las actividades diarias, eso sí, sin alejarme de la sombra, a estas alturas del verano, afortunada y deleitosa. El bueno de Susanito, dormido pese a la orquestación de ruidos diversos y percusiones atronadoras, me espera, gato feliz de sueño a prueba de bombas, sobre el entoldado de la terraza de un bar cercano. El silbido que le doy anunciándole su desayuno sí que lo oye y le anima a bajar briosamente en un instante con dos ágiles saltos.

La playa se inunda de calor, bañistas, y luz ilimitada, mientras en la distancia se pierden los perfiles de los buques en el horizonte marino.

Hay que estar habituado al estío para pasear aún en la sombra con este clima desmesurado y esta apasionada canícula hispánica. Pero como las cabras tiran al monte, los andaluces subsistimos alegremente en este festival luminoso y abrasador de nuestra estación veraniega.

El mar, cristal de ligero verde aceituna. Refrescarse tras el esfuerzo sabe a gloria bendita, entretenida eso si con la vigilante observación del entorno en el que se nada y bracea. Hay algunas medusas, pequeñas y traviesas, que pueden alegrarnos el baño con su inesperado encuentro.

Tras un ligero almuerzo, el reposo abre su inestimable universo a la mente, el yoga ibérico, la siesta reparadora en la mitad del día.

El tiempo es oro, pero el anillo de los nibelungos de la bética está plenamente entregado a la dulce suavidad del sueño. La vida lo es realmente sólo en la infinita dimensión del gozo.




© Acuario 2009

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