domingo, 30 de agosto de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

JULIO 19 Domingo




Hoy, el domingo siguiente a la fiesta del Carmelo, es el día en que los submarinistas recobran, desde su emplazamiento bajo las aguas, a su patrona la Virgen del Carmen.

Han preparado dos cordeles paralelos de pequeñas boyas rojas y blancas que señalan a los bañistas en la playa la vía de acceso a la orilla de sus zodiacs y fuerabordas.
Tienen instalado un altar y unas andas bajo una amplia cubierta de lona hexagonal, más una numerosa banda de música y trompetas. A eso del mediodía, tras extraer del fondo del mar la reducida efigie llena de algas, una docena de barcas y pequeñas embarcaciones enfilan la costa, y a los sones del himno nacional de España toma tierra la pequeña imagen, que posteriormente, limpia y coronada con una diadema de plata, es procesionada hasta la iglesia parroquial del barrio.

Es una diversa mezcolanza de paseantes, turistas, perros, niños, bañistas, vendedores, ciclistas, policias, orquesta, clarines, tambores, militares, deportistas, corredores, y claro está submarinistas.
Con alegre trompetería, timbales y música recorren el paseo sobre la playa, bajo las palmeras asombradas y curiosas.

El aire es suave y fresco, la mar removida por el, todavía presente, oleaje que levantó la pasada ventisca es de una tonalidad velada, de un verde amarillento turbio, que el cielo tenuamente azulea.

Hay algunas medusas minúsculas con las que me cruzo al nadar, y consigo eludir exitosamente. El agua menos fría que ayer invita al baño prolongado, pero la presencia de éstos, aunque bellos y gráciles, animalitos urticariantes, me hace ser cauto y decido finalizar mi excursión natatoria.

El atardecer es placentero. Tras una siesta, me preparo un té. Con el rumor de fondo de la bulliciosa multitud sobre la arena me instalo ante el ordenador, y con la traducción del Prometeo de Orff por Kubelik, esbozo estas presentes líneas, mientras me dejo interpelar por el griego enfático y lleno de drama en el que está escrita la obra del compositor alemán.

Hay cercanas a la arenosa ribera, múltiples y diversas embarcaciones, que esperan.
Van a escoltar de nuevo a su virgencita cuando, al finalizar la tarde, se vuelva a dejar instalada en su pequeño santuario marino.

El cielo va adquiriendo una tonalidad satinada, de un azul lejano y tocado por una leve grisura. Apenas hay actividad en la bahia adormecida y feliz.

La tarde vive ensimismada y dichosa.




© Acuario 2009

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