lunes, 26 de octubre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

OCTUBRE 26 Lunes


El otoño parece haber hecho sus maletas y decidido irse buscando otro lugar menos soleado, donde pasear por misteriosos bosques de rojizo oro, algún rumoroso río recóndito bajo alguna montaña prisionera de la lluvia, o alguna ilimitada planicie donde el incontenible viento ulule sus lamentos sin nadie que le escuche. El verano ha venido hoy de nuevo como un turista más y se pasea tranquilamente a su aire por la ciudad y sus playas

Todo respira una inmovilidad casi absoluta, la indolente mañana totalmente entregada se deja seducir por el sol. De una dimensión casi irreal, sobrehumana, es la espléndida luz. Un afortunado y ligero velamen de nubosidad la matiza en ocasiones con suavidad, y mitiga el calor haciéndolo más afable.

El mar, sólo quizá existe.

La azul plateada extensión que se pierde en profundos cobaltos en la distancia está tan detenida, callada y quieta que parece haberse hecho parte del cielo, con unas ligeras y blancas nubecillas, de silenciosas espumas casi sin olas en la orilla.

Los bañistas viven en un asombro detenido y feliz, extendidos en escasa cuantía sobre las arenas rebosando de luz, dejando en ellas el color de sus toallas, la alegre simetría de sus sombrillas. También, tumbado y dormido hoy sobre la playa, está el tiempo. Ante la detenida inmensidad de su sueño, el mediodía pasa de puntillas en delicado silencio, bajo el abierto y luminoso arco del cielo.

Cuando voy hacia el trabajo, la ciudad respira relajadamente, gracias una templada brisa apenas perceptible. La atmósfera ofrece con limpia transparencia una expansiva sonrisa.

Como hay cambio horario, mi vuelta por el parque es a una hora en la que el crepúsculo se despide ya finalmente del día. En toda su extensión y desde todos lados las aves cantan, gorjean, trinan, silban. Una entrelazada mezcolanza sonora de vida, de belleza, de exuberantes impulsos, un ancestral cántico que desde la noche de los tiempos nos entrega su armonía.

La media luna de ayer hoy ha venido diligente, cuando aún no es de noche. Pero a poco en la bahía, comienzan al mismo tiempo a navegar tanto las sombras como las barcas de pesca derramando sus luces temblorosas en la lejanía.




© Acuario 2009

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