viernes, 16 de octubre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

OCTUBRE 16 Viernes


Desde primeras horas del amanecer, el sol irrumpe de vez en cuando, entre los suaves ocres rojos y los cremosos amarillos, de un incompleto abigarramiento de movedizas y desenvueltas nubes. El horizonte último sin ellas, es una franja anaranjada que enmarca el oscurecido y quieto azul dormido del mar.

Con el estático e inexistente viento, la superficie laminada de las aguas va ganado luminosidad, pero permanece inmóvil, sin olas, inerte. Es ya la mitad de la mañana, cuando a toda la nubosidad del cielo, hace desaparecer con extraño sortilegio, en su chistera de incendio y fuego el sol. Al día lo hace totalmente suyo, vuelve a jugar con las sombras y escribir con ellas su lenguaje de calor y misterio. Sólo en los azules montes, como pueden sobre ellos encaramados, siempre orgullosos con sus volutas de blancos enfáticos y altivos, algunos nimbos hay allí prendidos.

Hoy están podando las palmas agostadas y vencidas de las palmeras. Subido a un brazo articulado el operario maneja una sierra mecánica, dejando caer al suelo la seca vegetación, y tambien la no tan seca. Se abaten asimismo palmas verdes y espléndidas, como quien en la peluquería para que le dure el pelado se hace cortar al cero.

Hacia el mediodía acudo a bañarme a la solitaria playa, apenas una veintena de personas en un litoral de muchos y sobrados centenares de metros. Fresca, entibiada y sin oleaje, ligeramente traslúcida, palpitando con diminutas y móviles estrías, verde con un matiz de ceniza azulada se encuentra el agua. Reluce con un manto de brillos, bajo el sol cálido e íntegro con un tenue cromatismo dorado.

Cuando principia la tarde, se inicia un viento de levante, que mueve espumas y olas nerviosas, pequeñas pero rápidas hacia la orilla. Por encima de la ribera se extiende el atezado y claro tapiz del arenal seco, que muestra las líneas que deja el rastrillo de la máquina de limpieza marcadas, asi como el rosario de pisadas, estrellas de cuatro puntas, de las palomas que lo recorren andando.

La tarde va finalizando mientras vuelvo del trabajo por las calles apenas transitadas del centro, cerca del puerto. Su trazado es de vias rectangulares, se cruzan perpendiculares unas a otras. Algunos de sus edificios conservan aún los estucados y adornos en sus balcones, las cenefas florales con caras asomándose alrededor de sus ventanas. Son casas de estilo modernista de principios del pasado siglo. El tiempo las ha dejado olvidadas, bajo un aspecto desolado y vencido, imaginando pretéritos irrecuperables y distintos.

El cielo se despide vacío, blanquecino que torna poco a poco a gris cada vez más intenso. A la playa continuan llegando inquietas pero reducidas olas. Movidas por el levante que persiste animoso. El horizonte oscurece de prisa, deja solo cuatro o cinco luces perdidas en la distancia, como caidas estrellas de un cielo sin luna, todo sombra y negrura.

El mar apenas murmura, oculto, cansado, quizá sueña imposibles también él mismo



© Acuario 2009

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