sábado, 24 de octubre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

OCTUBRE 24 Sábado


Aunque no hay viento, el intenso azul profundo, casi con un matiz violáceo ha hecho suyo el cielo. El mar lo imita, ha perdido los verdes suaves, y tiene un cobalto rotundo, en una superficie literalmente laminada, no encuentra nada que entregar hoy a la orilla desconcertada, apenas una ola. De alguna casi inexistente, solo en ocasiones, se oye el murmullo suave , apagado y blanco sobre la arena, abriéndose paso como puede en el silencio de la mañana.

Las esporádicas en la ensenada, blancas velas de algún balandro, nunca logran remontar el vuelo, jamás se convierten en nubes que distraigan al astro rey y le hagan compañía. El sol ha asumido su soledad o su victoria.

Si ayer parecía primavera, hoy, ya desde las primeras horas, este final de octubre finge ser jornada de estío. Dos días de sol seguidos son capaces en este sur andaluz de engañarnos.

Gracias a su escasez el tráfico rodado está acallado lo que concede una sensación de reposo y sosiego a los casi numerosos peatones en el camino. Hay muchos aficionados a pasear lindando la costa y hoy me he levantado algo tarde, es cercano el mediodía y hay animación en el paseo marítimo, lleno y completo de luz y sal.

Al volver cedo el calor y el fuego solar para quien lo desee, y me sumerjo en la fresca sombra del dédalo de calles casi vacías más allá del trazado del litoral. Hay un vendedor ambulante de flores, que expone sus pequeñas maravillas de color y belleza en una esquina del barrio. ¿Como nó comprarle al menos una vara de florecido y perfumado nardo?

Mientras ahora escribo, la tarde comienza o lo intenta, apenas nada se mueve. Sólo parece hacerlo el aroma envolvente y profundo de esta humilde y blanca flor.
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Un poco por el calor que hace y otro por despedirme del verano, bajo a nadar un rato. El agua sin oleaje, en calma, traslúcida, está entibiada en la superficie, y bajo ésta, fresca y agradable. Después de un rato nadando, me seco al sol tras una ducha para quitarme la sal. El ejercicio me regala un suave bienestar físico, los músculos me lo agradecen toda la tarde y me instalo en un humor excelente. Un poco de té, y la música de cámara de Ligeti, de Peter Sculthorpe en Radio Clásica, nunca se consigue la perfección pero hay momentos que te acercan a ella.

La luz decae con una suave dilación inaparente, ganando una nobleza tranquila, regalando una dorada seda con su última mirada, despidiéndose melancólica de todas las cosas. El mar expectante muestra rios de plata detenida, reflejos sobre el agua.
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Sin apenas advertirlo nadie la noche ha llegado presumiendo con su anillo de oscura ágata. Una media luna, un diente de ajo sobre la cristalina negrura, algunas estrellas palpitando a su lado. Eso es bastante para la noche, pero el puerto y la ciudad la obsequian generosos con un torrente de luces a un lado y otro de la bahía.



© Acuario 2009

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