martes, 6 de octubre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

OCTUBRE 6 Martes


El camino de arenas, bajo la oblicua y dorada luz de la mañana, espera con fidelidad acostumbrada la alegría de los pasos, o las carreras, de sus cotidianos usuarios matinales. En la periferia de las isletas de césped, que de trecho en trecho ocupan la retaguardia de la playa, se han instalados aspersores de agua para regarlos, que después de cumplir su cometido dejan algunas zonas empantanadas en el contorno de arenas alrededor de la hierba. Las palomas gustan de bañarse en esos aguazales, aleteando, y sacudiendo sus alas en ellos, instalándose allí por largo rato en grupos. De tanto en tanto se entretienen en competir por un lugar en los charcos, blandiendo la amenaza unas a otras de darse picotazos.

Hace calor en el paseo de palmeras cuando ya regreso tras la compra. Me detengo a la sombra de un cartel grande y me siento bajo su umbrío resguardo, en el pretil de piedra que se alza circundando el camino. Frente a un edificio de estilo modernista, antiguo Palacio de Justicia y anteriormente hotel, y ya hoy sin uso y cerrado. Detras de él, los aglomerados pinos de los cercanos oteros, encaramados y curiosos. Ofrendando el macizo de su arracimado verdor al cielo que lo corona.

El mar a mi vuelta invita a un baño. Tiene un color verde ceniza, ligeramente fresco, con cierto aire traslúcido que hoy no permite ver bien el fondo. Presenta una quieta e ilimitada extensión, no tiene olas, solo se le siente balancearse lleno de una oculta vida interna.

Nadar lentamente, abandonándose a su líquido abrazo mientras se avanza, casi adormeciéndose ambos, nadador y aguas...es mas algo más que bañarse,...se sale a la orilla con la sensación de haber renacido en oculta manera, de alguna desconocida forma.

El mediodía es leve y manejable, horas de suave dicha. Un ligero almuerzo y solo quince minutos luego de reparadora siesta son suficientes para hacer de mí otra persona, más civilizada desde luego.

La tarde se extiende sobre la ciudad con sosegado calor luminoso. El cielo muestra trazas de escasa nebulosidad imprecisa, que el sol desdeña.


Quizá debido a la humedad que el viento hurta a escondidas al mar, la temperatura en la calle es remarcable cuando termino el trabajo y salgo por la puerta del edificio, bajo un alto pino que intenta auparse para tocar un cielo medio enjalbegado.

El sol se despide en el parque dorando los caminos terrizos, revisando con un sesgado vistazo lo que durante el día escondieron las cerradas copas del bosque, vistiendo con una mirada de viejo oro los troncos de los arboles y los arbustos ocultos debajo.

Cuando la noche llega cierra las puertas del firmamento. Hoy mediante una ciega bóveda, opaca y tenaz a los escasos brillos constelados, solo se ve alguna estrella.

Iluminado por la oscuridad del camino acudo a dejarle alguna cena a Piratilla.

En la playa el mar salmodia y bisbisea una oculta letanía. Hay un rosario de reflejos, que desde las luces de las barcas de pesca llegan temblando a la orilla.

La luna ha comenzado a aminorar su paso y recoger su enorme y blanca vela desplegada días pasados. Pero como la noche es suya la preside desde un trono de gris azulada sombra.



© Acuario 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario