sábado, 3 de octubre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

OCTUBRE 3 Sábado



El tiempo ha empezado a adquirir la habilidad de realizar exquisitas obras de arte, - temporales eso sí - , con la materia que le es propia, el discurrir de los días y el de hoy es una excelsa, ¿ copia ?, del que le precedió ayer.

¿ O al revés ?, ¿ donde está el original del que el tiempo se hace dueño ?

Hoy reproduce el de ayer quizás incluyendo su logotipo de derecho de autor incluido [ © ]

Estos días iniciales de octubre son un bonancible y suavizado verano. La mañana despejada, ligera, flexible. Aún sin disponer de protectora sombra, ésta es innecesaria, ya que, debido al mitigado calor, pasear por la playa y aledaños es agradable.

Hoy la luz es otro mar, otro océano que impregna, empapa, infiltra y sobrevuela la ribera marina. Uno dispone de la sensación de vivir y caminar sobre las arenas atravesando un radiante fluido, disfrutando de una iluminada dimensión etérea que surge casi de sí misma, que adviene a cada instante creada ante tus propios ojos enceguecidos y fascinados. Se vive casi en un íntimo e inadvertido prodigio, que rehace secretamente los primeros instantes del mundo, y lleva a reconsiderar todos los artilugios mentales y verlos como absolutamente prescindibles.


Ocúpense otros del gobierno
del mundo y sus monarquías
y ocupen sólo mis días
mantequillas y pan tierno.

Pues casi,
yo lo terminaría:

ocupen solo mis días
sol y luz todo el invierno.

Mientras voy caminando me cruzo con la máquina de limpiar la arena, un ya viejo tractor hidalgo, que parece andar con cierta petulancia, siempre altivo exhibiendo por delante elevada la pala mecánica de la que dispone, y que se pasea arriba y abajo con sus metálicos ruidos oxidados arrastrándolos y también además un furgón, un atolondrado escudero siempre detrás suya cerniendo la arena y dejándola peinada y rastrillada.

El mar está inmóvil, esperando e invitando a un baño con su agua translúcida de verdiazules conmovidos y distintos. Hoy está solo levemente fresca, deseando ser tibia sin conseguirlo. La escasa concurrencia de bañistas le añade a la playa una cierta oculta melancolía.

A primeras horas de la tarde rola el viento a intenso poniente, que levanta algunas olas y espumas, las blancas crines de los tritones marinos, ictiocentauros inquietos bajo la ahora nerviosa superficie de las aguas. El viento sorprende a varios balandros y veleros en la bahía, y les obliga a volver a la rada del puerto zigzagueando, ganando barlovento.

La siesta ha sido demoledora. Me despierto sin tener ni idea del día ni de la hora en que sobrevivo. Tras una taza o dos de té, y en la compañía de un poco de música de cámara, los cuartetos 6 y 7 de Leif Segerstam en Radio Clasica, entro en aparente razón y quizá pleno entendimiento.

En la playa el sol se retira, alejándose con delicada y seductora nostalgia, en una afable despedida de luz dorada.



© Acuario 2009

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